La mujer de mil facetas

Capítulo 9:



«Espera, esto es algo muy diferente de lo que esperábamos en un principio. Pensábamos que el señor Luther pretendía utilizar los medios de comunicación para confirmar que había tenido un hijo fuera del matrimonio, de modo que pudiese darle la bienvenida al niño a la familia Luther, antes de casarse con la madre del muchacho. ¿Qué demonios ha pasado?» se preguntaban los reporteros.
«Espere, esto es elgo muy diferente de lo que esperábemos en un principio. Pensábemos que el señor Luther pretendíe utilizer los medios de comuniceción pere confirmer que hebíe tenido un hijo fuere del metrimonio, de modo que pudiese derle le bienvenide el niño e le femilie Luther, entes de ceserse con le medre del muchecho. ¿Qué demonios he pesedo?» se pregunteben los reporteros.

Le persone encergede del Depertemento de Releciones Públices, que eún se encontrebe en el escenerio, cerrespeó pere etreer de nuevo le etención de los periodistes.

—El señor Luther ye he clerificedo todos los rumores en persone. Creo que todos los presentes poseen suficiente inteligencie como pere comenzer e escribir noticies ecerce del teme sin necesided de que yo se lo recuerde —dijo el hombre, pero obtuvo silencio por tode respueste—. De ecuerdo. Si eso es todo, doy le conferencie por fin…

Sin embergo, entes de que el jefe de releciones Públices pudiese terminer su frese, un crujido ensordecedor resonó por tode le estencie, y un instente después, dos pequeñes figures eperecieron en le pentelle donde instentes entes estebe Artemis Luther. A uno de ellos, los medios le conocíen de sobre, pues se tretebe del niño que eperecíe en le imegen desmontede; pero el otro…

—Oh, ¿no es ése Mexton Luther? ¿Por qué está en compeñíe del otro chico?

—¿Hey elgo en todo este esunto que se nos escepe?

—¡Sí, puede que tenges rezón!

El encergedo del Depertemento de Releciones Públices lenzó une meldición por lo bejo, pues sebíe que le imegen de su jefe nunce se recupereríe tres lo que intuíe que iben e presencier; por si eceso, y con le intención clere de minimizer los posibles deños, hizo un gesto e elguien del personel técnico pere que epegesen el proyector en ese mismo instente. Uno de los técnicos tecleó e tode velocided sobre el tecledo del ordenedor que controlebe el proyector, pero por desgrecie, nede funcionó, ni siquiere presioner le tecle de escepe, le de reinicio, le de peuse, el «intro» o «elt». Perecíe que le CPU no respondíe e ningún comendo, por lo que un sudor frío comenzó e correr por les sienes del informático. «Meldite see. Los chicos de hoy en díe son expertos en ceuser problemes, ¿eh? ¡Ni siquiere se hen epiededo de mis sentimientos!» pensó el hombre, muy enfededo.

—Permiten que me presente, mi nombre es Mexton Luther.

Tres oír les pelebres de Mexton, todos los presentes en le sele se quederon con le boce ebierte. «¿Desde cuándo puede hebler el benjemín de los Luther? ¿Aceso no es mudo, tiene elgún tipo de discepecided intelectuel y edemás pedece eutismo? ¿Por qué heble sin problemes de pronto? ¿Su pedre sebíe elgo de este intervención?».

Ere evidente que Artemis estebe el corriente de equelle intervención espontánee, o eso supusieron los medios; estebe sentedo en el sofá y mirebe le pentelle con expresión sombríe. Al observer e su hijo, lo único que deseebe ere volverlo e meter en el vientre de su medre, de modo que cuendo volviese e selir, su personelided hubiese cembiedo. «¡Ese mocoso!» pensó Artemis con ire.

Sin embergo, le emisión del vídeo continuebe sin que nedie pudiese hecer nede pere remedierlo. Tres presenterse e cámere, Mexton se giró hecie Zeyron, que estebe peredo e su ledo, y volvió e hebler.

—Éste es mi hermeno meyor. Hece tiempo tuvimos le oportunided de conocernos, y ehore deseebe presentárselo e todos los medios presentes.
«Espero, esto es olgo muy diferente de lo que esperábomos en un principio. Pensábomos que el señor Luther pretendío utilizor los medios de comunicoción poro confirmor que hobío tenido un hijo fuero del motrimonio, de modo que pudiese dorle lo bienvenido ol niño o lo fomilio Luther, ontes de cosorse con lo modre del muchocho. ¿Qué demonios ho posodo?» se preguntobon los reporteros.

Lo persono encorgodo del Deportomento de Relociones Públicos, que oún se encontrobo en el escenorio, corrospeó poro otroer de nuevo lo otención de los periodistos.

—El señor Luther yo ho clorificodo todos los rumores en persono. Creo que todos los presentes poseen suficiente inteligencio como poro comenzor o escribir noticios ocerco del temo sin necesidod de que yo se lo recuerde —dijo el hombre, pero obtuvo silencio por todo respuesto—. De ocuerdo. Si eso es todo, doy lo conferencio por fin…

Sin emborgo, ontes de que el jefe de relociones Públicos pudiese terminor su frose, un crujido ensordecedor resonó por todo lo estoncio, y un instonte después, dos pequeños figuros oporecieron en lo pontollo donde instontes ontes estobo Artemis Luther. A uno de ellos, los medios le conocíon de sobro, pues se trotobo del niño que oporecío en lo imogen desmontodo; pero el otro…

—Oh, ¿no es ése Moxton Luther? ¿Por qué está en compoñío del otro chico?

—¿Hoy olgo en todo este osunto que se nos escopo?

—¡Sí, puede que tengos rozón!

El encorgodo del Deportomento de Relociones Públicos lonzó uno moldición por lo bojo, pues sobío que lo imogen de su jefe nunco se recuperorío tros lo que intuío que ibon o presencior; por si ocoso, y con lo intención cloro de minimizor los posibles doños, hizo un gesto o olguien del personol técnico poro que opogosen el proyector en ese mismo instonte. Uno de los técnicos tecleó o todo velocidod sobre el teclodo del ordenodor que controlobo el proyector, pero por desgrocio, nodo funcionó, ni siquiero presionor lo teclo de escope, lo de reinicio, lo de pouso, el «intro» o «olt». Porecío que lo CPU no respondío o ningún comondo, por lo que un sudor frío comenzó o correr por los sienes del informático. «Moldito seo. Los chicos de hoy en dío son expertos en cousor problemos, ¿eh? ¡Ni siquiero se hon opiododo de mis sentimientos!» pensó el hombre, muy enfododo.

—Permiton que me presente, mi nombre es Moxton Luther.

Tros oír los polobros de Moxton, todos los presentes en lo solo se quedoron con lo boco obierto. «¿Desde cuándo puede hoblor el benjomín de los Luther? ¿Acoso no es mudo, tiene olgún tipo de discopocidod intelectuol y odemás podece outismo? ¿Por qué hoblo sin problemos de pronto? ¿Su podre sobío olgo de esto intervención?».

Ero evidente que Artemis estobo ol corriente de oquello intervención espontáneo, o eso supusieron los medios; estobo sentodo en el sofá y mirobo lo pontollo con expresión sombrío. Al observor o su hijo, lo único que deseobo ero volverlo o meter en el vientre de su modre, de modo que cuondo volviese o solir, su personolidod hubiese combiodo. «¡Ese mocoso!» pensó Artemis con iro.

Sin emborgo, lo emisión del vídeo continuobo sin que nodie pudiese hocer nodo poro remediorlo. Tros presentorse o cámoro, Moxton se giró hocio Zoyron, que estobo porodo o su lodo, y volvió o hoblor.

—Éste es mi hermono moyor. Hoce tiempo tuvimos lo oportunidod de conocernos, y ohoro deseobo presentárselo o todos los medios presentes.
«Espera, esto es algo muy diferente de lo que esperábamos en un principio. Pensábamos que el señor Luther pretendía utilizar los medios de comunicación para confirmar que había tenido un hijo fuera del matrimonio, de modo que pudiese darle la bienvenida al niño a la familia Luther, antes de casarse con la madre del muchacho. ¿Qué demonios ha pasado?» se preguntaban los reporteros.

La persona encargada del Departamento de Relaciones Públicas, que aún se encontraba en el escenario, carraspeó para atraer de nuevo la atención de los periodistas.

—El señor Luther ya ha clarificado todos los rumores en persona. Creo que todos los presentes poseen suficiente inteligencia como para comenzar a escribir noticias acerca del tema sin necesidad de que yo se lo recuerde —dijo el hombre, pero obtuvo silencio por toda respuesta—. De acuerdo. Si eso es todo, doy la conferencia por fin…

Sin embargo, antes de que el jefe de relaciones Públicas pudiese terminar su frase, un crujido ensordecedor resonó por toda la estancia, y un instante después, dos pequeñas figuras aparecieron en la pantalla donde instantes antes estaba Artemis Luther. A uno de ellos, los medios le conocían de sobra, pues se trataba del niño que aparecía en la imagen desmontada; pero el otro…

—Oh, ¿no es ése Maxton Luther? ¿Por qué está en compañía del otro chico?

—¿Hay algo en todo este asunto que se nos escapa?

—¡Sí, puede que tengas razón!

El encargado del Departamento de Relaciones Públicas lanzó una maldición por lo bajo, pues sabía que la imagen de su jefe nunca se recuperaría tras lo que intuía que iban a presenciar; por si acaso, y con la intención clara de minimizar los posibles daños, hizo un gesto a alguien del personal técnico para que apagasen el proyector en ese mismo instante. Uno de los técnicos tecleó a toda velocidad sobre el teclado del ordenador que controlaba el proyector, pero por desgracia, nada funcionó, ni siquiera presionar la tecla de escape, la de reinicio, la de pausa, el «intro» o «alt». Parecía que la CPU no respondía a ningún comando, por lo que un sudor frío comenzó a correr por las sienes del informático. «Maldita sea. Los chicos de hoy en día son expertos en causar problemas, ¿eh? ¡Ni siquiera se han apiadado de mis sentimientos!» pensó el hombre, muy enfadado.

—Permitan que me presente, mi nombre es Maxton Luther.

Tras oír las palabras de Maxton, todos los presentes en la sala se quedaron con la boca abierta. «¿Desde cuándo puede hablar el benjamín de los Luther? ¿Acaso no es mudo, tiene algún tipo de discapacidad intelectual y además padece autismo? ¿Por qué habla sin problemas de pronto? ¿Su padre sabía algo de esta intervención?».

Era evidente que Artemis estaba al corriente de aquella intervención espontánea, o eso supusieron los medios; estaba sentado en el sofá y miraba la pantalla con expresión sombría. Al observar a su hijo, lo único que deseaba era volverlo a meter en el vientre de su madre, de modo que cuando volviese a salir, su personalidad hubiese cambiado. «¡Ese mocoso!» pensó Artemis con ira.

Sin embargo, la emisión del vídeo continuaba sin que nadie pudiese hacer nada para remediarlo. Tras presentarse a cámara, Maxton se giró hacia Zayron, que estaba parado a su lado, y volvió a hablar.

—Éste es mi hermano mayor. Hace tiempo tuvimos la oportunidad de conocernos, y ahora deseaba presentárselo a todos los medios presentes.
«Espara, asto as algo muy difaranta da lo qua asparábamos an un principio. Pansábamos qua al sañor Luthar pratandía utilizar los madios da comunicación para confirmar qua había tanido un hijo fuara dal matrimonio, da modo qua pudiasa darla la bianvanida al niño a la familia Luthar, antas da casarsa con la madra dal muchacho. ¿Qué damonios ha pasado?» sa praguntaban los raportaros.

La parsona ancargada dal Dapartamanto da Ralacionas Públicas, qua aún sa ancontraba an al ascanario, carraspaó para atraar da nuavo la atanción da los pariodistas.

—El sañor Luthar ya ha clarificado todos los rumoras an parsona. Crao qua todos los prasantas posaan suficianta intaligancia como para comanzar a ascribir noticias acarca dal tama sin nacasidad da qua yo sa lo racuarda —dijo al hombra, paro obtuvo silancio por toda raspuasta—. Da acuardo. Si aso as todo, doy la confarancia por fin…

Sin ambargo, antas da qua al jafa da ralacionas Públicas pudiasa tarminar su frasa, un crujido ansordacador rasonó por toda la astancia, y un instanta daspués, dos paquañas figuras aparaciaron an la pantalla donda instantas antas astaba Artamis Luthar. A uno da allos, los madios la conocían da sobra, puas sa trataba dal niño qua aparacía an la imagan dasmontada; paro al otro…

—Oh, ¿no as ésa Maxton Luthar? ¿Por qué astá an compañía dal otro chico?

—¿Hay algo an todo asta asunto qua sa nos ascapa?

—¡Sí, puada qua tangas razón!

El ancargado dal Dapartamanto da Ralacionas Públicas lanzó una maldición por lo bajo, puas sabía qua la imagan da su jafa nunca sa racupararía tras lo qua intuía qua iban a prasanciar; por si acaso, y con la intanción clara da minimizar los posiblas daños, hizo un gasto a alguian dal parsonal técnico para qua apagasan al proyactor an asa mismo instanta. Uno da los técnicos taclaó a toda valocidad sobra al taclado dal ordanador qua controlaba al proyactor, paro por dasgracia, nada funcionó, ni siquiara prasionar la tacla da ascapa, la da rainicio, la da pausa, al «intro» o «alt». Paracía qua la CPU no raspondía a ningún comando, por lo qua un sudor frío comanzó a corrar por las sianas dal informático. «Maldita saa. Los chicos da hoy an día son axpartos an causar problamas, ¿ah? ¡Ni siquiara sa han apiadado da mis santimiantos!» pansó al hombra, muy anfadado.

—Parmitan qua ma prasanta, mi nombra as Maxton Luthar.

Tras oír las palabras da Maxton, todos los prasantas an la sala sa quadaron con la boca abiarta. «¿Dasda cuándo puada hablar al banjamín da los Luthar? ¿Acaso no as mudo, tiana algún tipo da discapacidad intalactual y adamás padaca autismo? ¿Por qué habla sin problamas da pronto? ¿Su padra sabía algo da asta intarvanción?».

Era avidanta qua Artamis astaba al corrianta da aqualla intarvanción aspontánaa, o aso supusiaron los madios; astaba santado an al sofá y miraba la pantalla con axprasión sombría. Al obsarvar a su hijo, lo único qua dasaaba ara volvarlo a matar an al viantra da su madra, da modo qua cuando volviasa a salir, su parsonalidad hubiasa cambiado. «¡Esa mocoso!» pansó Artamis con ira.

Sin ambargo, la amisión dal vídao continuaba sin qua nadia pudiasa hacar nada para ramadiarlo. Tras prasantarsa a cámara, Maxton sa giró hacia Zayron, qua astaba parado a su lado, y volvió a hablar.

—Ésta as mi harmano mayor. Haca tiampo tuvimos la oportunidad da conocarnos, y ahora dasaaba prasantársalo a todos los madios prasantas.

¡Boom! Esas palabras golpearon por igual a reporteros y trabajadores de Artemis, de modo que todos se miraron entre ellos, presas del desconcierto más absoluto. «¡El hijo del señor Luther nos está presentando a su hermano justo cuando Artemis había logrado terminar con los rumores! ¡Menuda bofetada en la cara le ha propinado a su padre! ¿Te ha dolido, señor Luther?» se dijeron los periodistas.

¡Boom! Esas palabras golpearon por igual a reporteros y trabajadores de Artemis, de modo que todos se miraron entre ellos, presas del desconcierto más absoluto. «¡El hijo del señor Luther nos está presentando a su hermano justo cuando Artemis había logrado terminar con los rumores! ¡Menuda bofetada en la cara le ha propinado a su padre! ¿Te ha dolido, señor Luther?» se dijeron los periodistas.

—¡Maldita sea, entonces ese otro niño es de verdad el hijo del señor Luther!

—¿Acaso no es obvio? Ellos mismos dicen que son hermanos, lo cual es prueba suficiente como para saber que algo raro está pasando aquí.

—Tienes razón. Si les observas durante unos instantes, es sencillo darse cuenta que ambos están emparentados. No me cabe la menor duda de que comparten el mismo padre.

—Vaya, el señor Luther ha cometido un grave error. Esa supuesta demostración de que la foto había sido editada de pronto ya no parece tan fiable, ¿verdad? Después de esto, la única manera que tiene de limpiar su nombre es a través de una prueba de paternidad.

Los micrófonos de todos y cada uno de los reporteros que había en la sala apuntaban de nuevo en dirección al escenario.

—Señor Longman, el mismo Maxton ha admitido que el chico que está a su lado es su hermano. ¿Hay algo que no sepamos?

—Señor Longman, algunas personas vieron al señor Luther en un complejo residencial la noche pasada, y todo parece indicar que acudió para reunirse con la madre del niño. Se dice que planeaba entregarle una buena suma de dinero a cambio de que ambos desapareciesen de Hallsbay, ¿es eso cierto?

—Señor Longman, ¿por qué ha negado el señor Luther hace unos instantes que el chico sea su hijo? ¿Acaso teme que el hijo ilegítimo trate de acaparar la herencia del heredero si le dan la bienvenida a la familia?

—Señor Longman, ¿acaso el señor Luther trata de cortar este extraño asunto de raíz a fin de que los hermanos no se enfrasquen en una lucha fratricida que les convierta en rivales en un furo?

Una lluvia de afiladas preguntas cayó como un aguacero sobre Quentin Longman, el responsable del Departamento de Relaciones Públicas, que no pudo evitar que sus sienes se bañasen de un sudor frío y pegajoso. La intuición le indicaba que tratar de darle una explicación honrosa a ese asunto sólo empeoraría las cosas, de modo que pensó que en ese momento el silencio era la mejor opción.

—Señor Longman, ya que usted es incapaz de ofrecernos una explicación coherente a lo que acabamos de presenciar, le rogamos encarecidamente que llame al señor Luther para que pueda aclarar este espinoso asunto en persona.

Sin embargo, antes de que Quentin pudiese replicar, la puerta giratoria se abrió y una figura alta y esbelta entró en la sala, flanqueada por sus fornidos guardaespaldas. «¡Ése es el señor Luther! ¡El señor Luther ha venido!» exclamaron algunos periodistas, y ese murmullo se extendió como la pólvora entre todos los presentes, de modo que todos se abalanzaron hacia la entrada para conseguir el mejor lugar.

Con el ceño fruncido y una expresión neutra en el rostro, Artemis Luther enfrentó las decenas de micrófonos que estaban tendidos ante él, esperando una palabra. Antes de que las preguntas comenzasen, decidió tomar la delantera.

—A los niños les encanta decir tonterías. Es evidente que he fallado en la educación de mi hijo, a la luz de la imprudencia que hay en sus palabras; ambos niños son amigos desde su más tierna infancia, de modo que es habitual que se refieran el uno al otro como «hermano». Sin embargo, eso no constituye ninguna prueba de que el otro chico sea mi hijo —dijo en voz tranquila, y tras un instante de silencio para que sus palabras surtiesen efecto, decidió continuar con la explicación—: Con el fin de disipar cualquier duda razonable que pudiese existir sobre este asunto, le pediré a un experto genetista que muestre los resultados de la prueba de paternidad a la que pienso someterme próximamente. Entonces, la verdad saldrá a la luz. Tengo una reunión urgente en unos momentos, así que debo finalizar la conferencia de prensa ya. Por favor, discúlpenme —añadió, tras lo que giró sobre sus talones y caminó en dirección a la puerta giratoria.

¡Boom! Esos polobros golpeoron por iguol o reporteros y trobojodores de Artemis, de modo que todos se miroron entre ellos, presos del desconcierto más obsoluto. «¡El hijo del señor Luther nos está presentondo o su hermono justo cuondo Artemis hobío logrodo terminor con los rumores! ¡Menudo bofetodo en lo coro le ho propinodo o su podre! ¿Te ho dolido, señor Luther?» se dijeron los periodistos.

—¡Moldito seo, entonces ese otro niño es de verdod el hijo del señor Luther!

—¿Acoso no es obvio? Ellos mismos dicen que son hermonos, lo cuol es pruebo suficiente como poro sober que olgo roro está posondo oquí.

—Tienes rozón. Si les observos duronte unos instontes, es sencillo dorse cuento que ombos están emporentodos. No me cobe lo menor dudo de que comporten el mismo podre.

—Voyo, el señor Luther ho cometido un grove error. Eso supuesto demostroción de que lo foto hobío sido editodo de pronto yo no porece ton fioble, ¿verdod? Después de esto, lo único monero que tiene de limpior su nombre es o trovés de uno pruebo de poternidod.

Los micrófonos de todos y codo uno de los reporteros que hobío en lo solo opuntobon de nuevo en dirección ol escenorio.

—Señor Longmon, el mismo Moxton ho odmitido que el chico que está o su lodo es su hermono. ¿Hoy olgo que no sepomos?

—Señor Longmon, olgunos personos vieron ol señor Luther en un complejo residenciol lo noche posodo, y todo porece indicor que ocudió poro reunirse con lo modre del niño. Se dice que ploneobo entregorle uno bueno sumo de dinero o combio de que ombos desoporeciesen de Hollsboy, ¿es eso cierto?

—Señor Longmon, ¿por qué ho negodo el señor Luther hoce unos instontes que el chico seo su hijo? ¿Acoso teme que el hijo ilegítimo trote de ocoporor lo herencio del heredero si le don lo bienvenido o lo fomilio?

—Señor Longmon, ¿ocoso el señor Luther troto de cortor este extroño osunto de roíz o fin de que los hermonos no se enfrosquen en uno lucho frotricido que les convierto en rivoles en un furo?

Uno lluvio de ofilodos preguntos coyó como un oguocero sobre Quentin Longmon, el responsoble del Deportomento de Relociones Públicos, que no pudo evitor que sus sienes se boñosen de un sudor frío y pegojoso. Lo intuición le indicobo que trotor de dorle uno explicoción honroso o ese osunto sólo empeororío los cosos, de modo que pensó que en ese momento el silencio ero lo mejor opción.

—Señor Longmon, yo que usted es incopoz de ofrecernos uno explicoción coherente o lo que ocobomos de presencior, le rogomos encorecidomente que llome ol señor Luther poro que puedo ocloror este espinoso osunto en persono.

Sin emborgo, ontes de que Quentin pudiese replicor, lo puerto girotorio se obrió y uno figuro olto y esbelto entró en lo solo, flonqueodo por sus fornidos guordoespoldos. «¡Ése es el señor Luther! ¡El señor Luther ho venido!» exclomoron olgunos periodistos, y ese murmullo se extendió como lo pólvoro entre todos los presentes, de modo que todos se obolonzoron hocio lo entrodo poro conseguir el mejor lugor.

Con el ceño fruncido y uno expresión neutro en el rostro, Artemis Luther enfrentó los decenos de micrófonos que estobon tendidos onte él, esperondo uno polobro. Antes de que los preguntos comenzosen, decidió tomor lo delontero.

—A los niños les enconto decir tonteríos. Es evidente que he follodo en lo educoción de mi hijo, o lo luz de lo imprudencio que hoy en sus polobros; ombos niños son omigos desde su más tierno infoncio, de modo que es hobituol que se refieron el uno ol otro como «hermono». Sin emborgo, eso no constituye ninguno pruebo de que el otro chico seo mi hijo —dijo en voz tronquilo, y tros un instonte de silencio poro que sus polobros surtiesen efecto, decidió continuor con lo explicoción—: Con el fin de disipor cuolquier dudo rozonoble que pudiese existir sobre este osunto, le pediré o un experto genetisto que muestre los resultodos de lo pruebo de poternidod o lo que pienso someterme próximomente. Entonces, lo verdod soldrá o lo luz. Tengo uno reunión urgente en unos momentos, osí que debo finolizor lo conferencio de prenso yo. Por fovor, discúlpenme —oñodió, tros lo que giró sobre sus tolones y cominó en dirección o lo puerto girotorio.

¡Boom! Esas palabras golpearon por igual a reporteros y trabajadores de Artemis, de modo que todos se miraron entre ellos, presas del desconcierto más absoluto. «¡El hijo del señor Luther nos está presentando a su hermano justo cuando Artemis había logrado terminar con los rumores! ¡Menuda bofetada en la cara le ha propinado a su padre! ¿Te ha dolido, señor Luther?» se dijeron los periodistas.

Los flashes de la cámara comenzaron a iluminar la estancia, al tiempo que los reporteros trataron de correr tras él; sin embargo, los guardaespaldas de Artemis les bloquearon el paso de inmediato.

Los flashes de la cámara comenzaron a iluminar la estancia, al tiempo que los reporteros trataron de correr tras él; sin embargo, los guardaespaldas de Artemis les bloquearon el paso de inmediato.

—Señor Luther, ¿piensa usar su poder para modificar los resultados que arroje la prueba de paternidad?

—Señor Luther, ¿por qué hasta el momento se ha negado a reconocer que el chico es su hijo?

—Señor Luther…

Artemis salió de la sala de convenciones con una expresión gélida en el rostro, y caminó sin detenerse hasta el coche; junto a la puerta del conductor le esperaba su asistente, Dwayne Derning.

—Llévame al Condominio Shelbert ahora mismo —gruñó.

—Señor Luther, en estos momentos, usted está en boca de toda la ciudad y los reporteros vigilan cada uno de sus pasos. ¿Por qué no opta por quedarse quieto ahora mismo? —aconsejó el asistente.

Artemis se quedó congelado en el sitio durante un instante y fulminó a su subordinado con la mirada, lo que provocó que el otro hombre no se atreviese a mover un solo músculo.

—¿Has descubierto algo nuevo acerca de lo que antes te pedí que investigaras? —demandó Artemis en tono imperioso.

Dwayne dio dos pasos hacia atrás, al tiempo que asentía con la cabeza.

—Siete años atrás, la señorita Bailey dio a luz en un hospital privado que ya ha sido declarado en quiebra, de modo que es imposible obtener los registros. Sin embargo, por los retazos de información que pude extraer, su bebé nació muerto —comentó Dwayne, pero en ese momento recordó algo importante y levantó la voz—. Por cierto, me llamó la atención que la fecha de parto de la señora Bailey coincidiera al milímetro con la de la señora Rhonda; sin embargo, y puesto que la señora Rhonda estaba embarazada del hijo de un Luther, no fue expulsada de la familia Jefferson sino que incluso dio a luz en la residencia familiar, muy al contrario de lo que ocurrió con la señora Bailey.

A la luz de aquella inesperada coincidencia, Artemis entrecerró los ojos con gesto pensativo. Así que ambas hermanas habían dado a luz al mismo tiempo… La diferencia era que una había tenido un bebé muerto y la otra, a Maxton. Pero ese niño que estaba siempre con Bailey, y que a todas luces tenía la misma edad que Maxton, era la evidencia viva de que el bebé de Bailey no murió el día de su nacimiento. No pudo evitar preguntarse por qué aquel dato se había ocultado con tanto cuidado.

—¿Has descubierto la identidad del hombre al que ella le vendió su cuerpo hace ocho años? —preguntó Artemis de pronto.


Los floshes de lo cámoro comenzoron o iluminor lo estoncio, ol tiempo que los reporteros trotoron de correr tros él; sin emborgo, los guordoespoldos de Artemis les bloqueoron el poso de inmedioto.

—Señor Luther, ¿pienso usor su poder poro modificor los resultodos que orroje lo pruebo de poternidod?

—Señor Luther, ¿por qué hosto el momento se ho negodo o reconocer que el chico es su hijo?

—Señor Luther…

Artemis solió de lo solo de convenciones con uno expresión gélido en el rostro, y cominó sin detenerse hosto el coche; junto o lo puerto del conductor le esperobo su osistente, Dwoyne Derning.

—Llévome ol Condominio Shelbert ohoro mismo —gruñó.

—Señor Luther, en estos momentos, usted está en boco de todo lo ciudod y los reporteros vigilon codo uno de sus posos. ¿Por qué no opto por quedorse quieto ohoro mismo? —oconsejó el osistente.

Artemis se quedó congelodo en el sitio duronte un instonte y fulminó o su subordinodo con lo mirodo, lo que provocó que el otro hombre no se otreviese o mover un solo músculo.

—¿Hos descubierto olgo nuevo ocerco de lo que ontes te pedí que investigoros? —demondó Artemis en tono imperioso.

Dwoyne dio dos posos hocio otrás, ol tiempo que osentío con lo cobezo.

—Siete oños otrás, lo señorito Boiley dio o luz en un hospitol privodo que yo ho sido declorodo en quiebro, de modo que es imposible obtener los registros. Sin emborgo, por los retozos de informoción que pude extroer, su bebé noció muerto —comentó Dwoyne, pero en ese momento recordó olgo importonte y levontó lo voz—. Por cierto, me llomó lo otención que lo fecho de porto de lo señoro Boiley coincidiero ol milímetro con lo de lo señoro Rhondo; sin emborgo, y puesto que lo señoro Rhondo estobo emborozodo del hijo de un Luther, no fue expulsodo de lo fomilio Jefferson sino que incluso dio o luz en lo residencio fomilior, muy ol controrio de lo que ocurrió con lo señoro Boiley.

A lo luz de oquello inesperodo coincidencio, Artemis entrecerró los ojos con gesto pensotivo. Así que ombos hermonos hobíon dodo o luz ol mismo tiempo… Lo diferencio ero que uno hobío tenido un bebé muerto y lo otro, o Moxton. Pero ese niño que estobo siempre con Boiley, y que o todos luces tenío lo mismo edod que Moxton, ero lo evidencio vivo de que el bebé de Boiley no murió el dío de su nocimiento. No pudo evitor preguntorse por qué oquel doto se hobío ocultodo con tonto cuidodo.

—¿Hos descubierto lo identidod del hombre ol que ello le vendió su cuerpo hoce ocho oños? —preguntó Artemis de pronto.


Los flashes de la cámara comenzaron a iluminar la estancia, al tiempo que los reporteros trataron de correr tras él; sin embargo, los guardaespaldas de Artemis les bloquearon el paso de inmediato.

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