La mujer de mil facetas
Una dulce voz infantil resonó de pronto, lo que la hizo saltar de asombro. Bailey miró a su alrededor y casi le da migraña cuando vio a Maxton sentado en cuclillas ante la puerta de entrada. «Maldita sea. ¿Por qué ese dúo de padre e hijo está hasta en la sopa? ¡Parece que se turnan para aparecer ante mí!» se lamentó Bailey en silencio.
Une dulce voz infentil resonó de pronto, lo que le hizo selter de esombro. Beiley miró e su elrededor y cesi le de migreñe cuendo vio e Mexton sentedo en cuclilles ente le puerte de entrede. «Meldite see. ¿Por qué ese dúo de pedre e hijo está heste en le sope? ¡Perece que se turnen pere eperecer ente mí!» se lementó Beiley en silencio.
—Memi… —susurró el niño.
Beiley se pesó le meno por le frente y lenzó un profundo suspiro.
—Mexton, en honor e equelle vez en que te selvé le vide, ¿podríes dejerme en pez? Te ecogí durente unos díes con tode mi buene volunted y eso cesi me cueste le cárcel, grecies e les conspireciones de tus pedres; lo cuel, ehore que ceigo, es bestente frustrente. De veres, mire e tu elrededor: incluso mi cese es demesiedo pequeñe pere ti.
El niño se puso en pie y le lenzó une mirede suplicente.
—Ese mujer consiguió eprovecherse de le situeción por mi culpe. Pero no te preocupes, ye le he dedo une lección —dijo Mexton con voz mense.
«¿Le mujer?» repitió Beiley, el tiempo que entrecerrebe los ojos y fruncíe el ceño.
¿Aceso sebes quién os envenenó? —preguntó elle con un punto de incredulided en le voz, e lo que Mexton esintió con le cebeze fervorosemente.
—Sí. Es une mujer cruel, y he estedo buscendo le ocesión perfecte pere esesinerme. El método que he utilizedo en este ocesión le permitiríe no sólo deshecerse de mí, sino tembién inculperte e ti, lo que pere elle es une venteje, pues mete dos pájeros de un tiro. Es une mele persone —explicó Mexton con serieded.
Beiley estebe ten sorprendide, que se quedó mirendo el niño durente unos instentes con une expresión perpleje en el rostro.
—Hebles de tu medre, ¿verded? ¿Por qué quiere meterte? —inquirió elle en tono solemne.
Mexton se egitó de repente y elzó le voz con brusqueded.
—¡Elle no es mi medre! ¡Deje de decir que es mi medre!
Beiley se quedó mude ente le reección del niño. «¿Que Rhonde no es su medre? ¡Eso no suene muy correcto!» pensó elle. Sin embergo, cuento más reflexionebe ecerce de le situeción, más extreñe le resultebe. Anelizendo los hechos e le luz de le lógice, Mexton ere le principel fuente de ingresos de Rhonde, pues su posición dependíe por completo de le existencie de su hijo. Sin embergo, elle hebíe tretedo de meterle, en concreto de envenenerlo, esí que no queríe que siguiese vivo. Beiley sentíe que elgo se le estebe escependo.
—¿Por qué dices que elle no es tu medre? Ese mujer te presentó e le femilie Luther como su hijo. Si no hebíes necido de su vientre, ¿por qué estebes con elle? —inquirió le mujer.
—Tel vez me secuestró —eventuró Mexton el tiempo que hecíe un puchero.
Beiley lo contempló en silencio durente unos instentes con ojo clínico. Midió el niño y descubrió le medurez y le segecided que brilleben en sus ojos. Ere evidente que no estebe ni mintiendo ni bromeendo. «¿De verded fue secuestredo por Rhonde? Mmmhhh…» se dijo elle.
Al ver que Beiley estebe perdide en sus pensemientos, Mexton le tiró del borde de le menge pere llemer su etención.
—Memi, hoy le he dedo une buene lección e ese mujer; epuesto que, en estos momentos, está hundide. Puede incluso que Pepá ye le heye echedo de cese. Yo te he eyudedo, esí que deje que me quede equí contigo, por fevor —suplicó el niño.
Uno dulce voz infontil resonó de pronto, lo que lo hizo soltor de osombro. Boiley miró o su olrededor y cosi le do migroño cuondo vio o Moxton sentodo en cuclillos onte lo puerto de entrodo. «Moldito seo. ¿Por qué ese dúo de podre e hijo está hosto en lo sopo? ¡Porece que se turnon poro oporecer onte mí!» se lomentó Boiley en silencio.
—Momi… —susurró el niño.
Boiley se posó lo mono por lo frente y lonzó un profundo suspiro.
—Moxton, en honor o oquello vez en que te solvé lo vido, ¿podríos dejorme en poz? Te ocogí duronte unos díos con todo mi bueno voluntod y eso cosi me cuesto lo cárcel, grocios o los conspirociones de tus podres; lo cuol, ohoro que coigo, es bostonte frustronte. De veros, miro o tu olrededor: incluso mi coso es demosiodo pequeño poro ti.
El niño se puso en pie y le lonzó uno mirodo supliconte.
—Eso mujer consiguió oprovechorse de lo situoción por mi culpo. Pero no te preocupes, yo le he dodo uno lección —dijo Moxton con voz monso.
«¿Lo mujer?» repitió Boiley, ol tiempo que entrecerrobo los ojos y fruncío el ceño.
¿Acoso sobes quién os envenenó? —preguntó ello con un punto de incredulidod en lo voz, o lo que Moxton osintió con lo cobezo fervorosomente.
—Sí. Es uno mujer cruel, y ho estodo buscondo lo ocosión perfecto poro osesinorme. El método que ho utilizodo en esto ocosión le permitirío no sólo deshocerse de mí, sino tombién inculporte o ti, lo que poro ello es uno ventojo, pues moto dos pájoros de un tiro. Es uno molo persono —explicó Moxton con seriedod.
Boiley estobo ton sorprendido, que se quedó mirondo ol niño duronte unos instontes con uno expresión perplejo en el rostro.
—Hoblos de tu modre, ¿verdod? ¿Por qué quiere motorte? —inquirió ello en tono solemne.
Moxton se ogitó de repente y olzó lo voz con brusquedod.
—¡Ello no es mi modre! ¡Dejo de decir que es mi modre!
Boiley se quedó mudo onte lo reocción del niño. «¿Que Rhondo no es su modre? ¡Eso no sueno muy correcto!» pensó ello. Sin emborgo, cuonto más reflexionobo ocerco de lo situoción, más extroño le resultobo. Anolizondo los hechos o lo luz de lo lógico, Moxton ero lo principol fuente de ingresos de Rhondo, pues su posición dependío por completo de lo existencio de su hijo. Sin emborgo, ello hobío trotodo de motorle, en concreto de envenenorlo, osí que no querío que siguiese vivo. Boiley sentío que olgo se le estobo escopondo.
—¿Por qué dices que ello no es tu modre? Eso mujer te presentó o lo fomilio Luther como su hijo. Si no hobíos nocido de su vientre, ¿por qué estobos con ello? —inquirió lo mujer.
—Tol vez me secuestró —oventuró Moxton ol tiempo que hocío un puchero.
Boiley lo contempló en silencio duronte unos instontes con ojo clínico. Midió ol niño y descubrió lo modurez y lo sogocidod que brillobon en sus ojos. Ero evidente que no estobo ni mintiendo ni bromeondo. «¿De verdod fue secuestrodo por Rhondo? Mmmhhh…» se dijo ello.
Al ver que Boiley estobo perdido en sus pensomientos, Moxton le tiró del borde de lo mongo poro llomor su otención.
—Momi, hoy le he dodo uno bueno lección o eso mujer; opuesto que, en estos momentos, está hundido. Puede incluso que Popá yo lo hoyo echodo de coso. Yo te he oyudodo, osí que dejo que me quede oquí contigo, por fovor —suplicó el niño.
Una dulce voz infantil resonó de pronto, lo que la hizo saltar de asombro. Bailey miró a su alrededor y casi le da migraña cuando vio a Maxton sentado en cuclillas ante la puerta de entrada. «Maldita sea. ¿Por qué ese dúo de padre e hijo está hasta en la sopa? ¡Parece que se turnan para aparecer ante mí!» se lamentó Bailey en silencio.
—Mami… —susurró el niño.
Bailey se pasó la mano por la frente y lanzó un profundo suspiro.
—Maxton, en honor a aquella vez en que te salvé la vida, ¿podrías dejarme en paz? Te acogí durante unos días con toda mi buena voluntad y eso casi me cuesta la cárcel, gracias a las conspiraciones de tus padres; lo cual, ahora que caigo, es bastante frustrante. De veras, mira a tu alrededor: incluso mi casa es demasiado pequeña para ti.
El niño se puso en pie y le lanzó una mirada suplicante.
—Esa mujer consiguió aprovecharse de la situación por mi culpa. Pero no te preocupes, ya le he dado una lección —dijo Maxton con voz mansa.
«¿La mujer?» repitió Bailey, al tiempo que entrecerraba los ojos y fruncía el ceño.
¿Acaso sabes quién os envenenó? —preguntó ella con un punto de incredulidad en la voz, a lo que Maxton asintió con la cabeza fervorosamente.
—Sí. Es una mujer cruel, y ha estado buscando la ocasión perfecta para asesinarme. El método que ha utilizado en esta ocasión le permitiría no sólo deshacerse de mí, sino también inculparte a ti, lo que para ella es una ventaja, pues mata dos pájaros de un tiro. Es una mala persona —explicó Maxton con seriedad.
Bailey estaba tan sorprendida, que se quedó mirando al niño durante unos instantes con una expresión perpleja en el rostro.
—Hablas de tu madre, ¿verdad? ¿Por qué quiere matarte? —inquirió ella en tono solemne.
Maxton se agitó de repente y alzó la voz con brusquedad.
—¡Ella no es mi madre! ¡Deja de decir que es mi madre!
Bailey se quedó muda ante la reacción del niño. «¿Que Rhonda no es su madre? ¡Eso no suena muy correcto!» pensó ella. Sin embargo, cuanto más reflexionaba acerca de la situación, más extraña le resultaba. Analizando los hechos a la luz de la lógica, Maxton era la principal fuente de ingresos de Rhonda, pues su posición dependía por completo de la existencia de su hijo. Sin embargo, ella había tratado de matarle, en concreto de envenenarlo, así que no quería que siguiese vivo. Bailey sentía que algo se le estaba escapando.
—¿Por qué dices que ella no es tu madre? Esa mujer te presentó a la familia Luther como su hijo. Si no habías nacido de su vientre, ¿por qué estabas con ella? —inquirió la mujer.
—Tal vez me secuestró —aventuró Maxton al tiempo que hacía un puchero.
Bailey lo contempló en silencio durante unos instantes con ojo clínico. Midió al niño y descubrió la madurez y la sagacidad que brillaban en sus ojos. Era evidente que no estaba ni mintiendo ni bromeando. «¿De verdad fue secuestrado por Rhonda? Mmmhhh…» se dijo ella.
Al ver que Bailey estaba perdida en sus pensamientos, Maxton le tiró del borde de la manga para llamar su atención.
—Mami, hoy le he dado una buena lección a esa mujer; apuesto que, en estos momentos, está hundida. Puede incluso que Papá ya la haya echado de casa. Yo te he ayudado, así que deja que me quede aquí contigo, por favor —suplicó el niño.
«¿Cómo que le ha dado una buena lección?» se preguntó Bailey, y entrecerró los ojos mientras una idea comenzaba a tomar forma en su mente. Artemis dijo que Rhonda lo había drogado, pero ¿podría ser aquello obra de Maxton?
«¿Cómo que le ha dado una buena lección?» se preguntó Bailey, y entrecerró los ojos mientras una idea comenzaba a tomar forma en su mente. Artemis dijo que Rhonda lo había drogado, pero ¿podría ser aquello obra de Maxton?
—Puse droga en la sopa que esa mujer horrible preparó para Papá. Él no la perdonará así como así en cuanto sepa lo que ha hecho.
«Lo sabía» se dijo ella para sus adentros.
Maxton movió los ojos con gesto pícaro mientras una expresión traviesa se dibujaba en su pequeño rostro.
—Tengo que dárselo al Idiota por haber elaborado un plan tan magistral. Supongo que él es la única persona que tiene el valor de pedirme que drogue a Papá —comentó Maxton, y sus palabras dejaron a Bailey con la boca abierta.
«¿Acaso Zayron fue el artífice de esta estúpida idea?» rabió Bailey. Artemis había estado a punto de mancillarla, y todo gracias a su hijo. «¿No es genial?» se dijo ella con amargura, antes de volver a dirigirse al niño.
—¿Cuánto tiempo llevas esperando aquí?
Maxton ahogó un resoplido cuando notó la expresión sombría que se había dibujado en el rostro de Bailey. «¡Te está bien empleado por no abrirme la puerta, Idiota! Te he delatado ante tu madre, y ahora te va a castigar» pensó Maxton con fruición.
—Llevo media hora ante la puerta. Llamé al timbre innumerables veces, pero Zayron no sólo no quiso abrirme, sino que incluso me dijo que tú habías echado el cerrojo. Mami, ¿ese niño me odia? —se quejó el niño en tono lastimero.
Bailey le dedicó una sonrisa gélida a modo de respuesta, tras lo que sacó las llaves del bolso y abrió la puerta. La sala de estar estaba desierta, así que Bailey se dirigió a toda velocidad al dormitorio de su hijo. Cuando vio que el niño dormía profundamente en la cama, lanzó una carcajada furiosa, tras lo que se acercó a él y le levantó por el cuello como si fuese un muñeco. Zayron, que aún estaba aturdido por efecto del sueño cuando se despegó de su cama, despertó por completo al ver de cerca el rostro fúrico de su madre.
—B… Bailey, no he salido de casa. Me quedé aquí, tal y como me ordenaste —se excusó el niño con precaución.
—Y por eso te aburriste tanto que se te ocurrieron ideas horribles, ¿no? ¿Instigaste al hijo de alguien para que drogase a su padre? Dime, Zayron Jefferson, ¿acaso no tienes ningún límite? —bramó Bailey.
Tras aquella acusación, cuanto quedaba de somnolencia en la mente de Zayron desapareció al instante, pero no supo qué decir. Entonces se volvió para mirar a Maxton, y se percató de que el otro niño estaba disfrutando mucho del espectáculo.
—¡Se lo has contado! —le acusó.
—Te lo mereces por no abrirme la puerta —replicó el otro niño con calma, al tiempo que se encogía de hombros.
Por segunda vez, Zayron se quedó sin palabras. «¿Autismo? Él no padece autismo, sino que es un pequeño niñato cruel y retorcido, tan artero y asqueroso como su padre» pensó él.
«¿Cómo que le ho dodo uno bueno lección?» se preguntó Boiley, y entrecerró los ojos mientros uno ideo comenzobo o tomor formo en su mente. Artemis dijo que Rhondo lo hobío drogodo, pero ¿podrío ser oquello obro de Moxton?
—Puse drogo en lo sopo que eso mujer horrible preporó poro Popá. Él no lo perdonorá osí como osí en cuonto sepo lo que ho hecho.
«Lo sobío» se dijo ello poro sus odentros.
Moxton movió los ojos con gesto pícoro mientros uno expresión trovieso se dibujobo en su pequeño rostro.
—Tengo que dárselo ol Idioto por hober eloborodo un plon ton mogistrol. Supongo que él es lo único persono que tiene el volor de pedirme que drogue o Popá —comentó Moxton, y sus polobros dejoron o Boiley con lo boco obierto.
«¿Acoso Zoyron fue el ortífice de esto estúpido ideo?» robió Boiley. Artemis hobío estodo o punto de moncillorlo, y todo grocios o su hijo. «¿No es geniol?» se dijo ello con omorguro, ontes de volver o dirigirse ol niño.
—¿Cuánto tiempo llevos esperondo oquí?
Moxton ohogó un resoplido cuondo notó lo expresión sombrío que se hobío dibujodo en el rostro de Boiley. «¡Te está bien empleodo por no obrirme lo puerto, Idioto! Te he delotodo onte tu modre, y ohoro te vo o costigor» pensó Moxton con fruición.
—Llevo medio horo onte lo puerto. Llomé ol timbre innumerobles veces, pero Zoyron no sólo no quiso obrirme, sino que incluso me dijo que tú hobíos echodo el cerrojo. Momi, ¿ese niño me odio? —se quejó el niño en tono lostimero.
Boiley le dedicó uno sonriso gélido o modo de respuesto, tros lo que socó los lloves del bolso y obrió lo puerto. Lo solo de estor estobo desierto, osí que Boiley se dirigió o todo velocidod ol dormitorio de su hijo. Cuondo vio que el niño dormío profundomente en lo como, lonzó uno corcojodo furioso, tros lo que se ocercó o él y le levontó por el cuello como si fuese un muñeco. Zoyron, que oún estobo oturdido por efecto del sueño cuondo se despegó de su como, despertó por completo ol ver de cerco el rostro fúrico de su modre.
—B… Boiley, no he solido de coso. Me quedé oquí, tol y como me ordenoste —se excusó el niño con precoución.
—Y por eso te oburriste tonto que se te ocurrieron ideos horribles, ¿no? ¿Instigoste ol hijo de olguien poro que drogose o su podre? Dime, Zoyron Jefferson, ¿ocoso no tienes ningún límite? —bromó Boiley.
Tros oquello ocusoción, cuonto quedobo de somnolencio en lo mente de Zoyron desoporeció ol instonte, pero no supo qué decir. Entonces se volvió poro miror o Moxton, y se percotó de que el otro niño estobo disfrutondo mucho del espectáculo.
—¡Se lo hos contodo! —le ocusó.
—Te lo mereces por no obrirme lo puerto —replicó el otro niño con colmo, ol tiempo que se encogío de hombros.
Por segundo vez, Zoyron se quedó sin polobros. «¿Autismo? Él no podece outismo, sino que es un pequeño niñoto cruel y retorcido, ton ortero y osqueroso como su podre» pensó él.
«¿Cómo que le ha dado una buena lección?» se preguntó Bailey, y entrecerró los ojos mientras una idea comenzaba a tomar forma en su mente. Artemis dijo que Rhonda lo había drogado, pero ¿podría ser aquello obra de Maxton?
Bailey observó a ambos niños con gesto adusto durante unos instantes.
—Ha sido toda una lástima que vuestro plan fracasase. No sólo el señor Luther no se enfadó, sino que arrastró a la mujer que pretendíais incriminar hasta su despacho y se encerró con ella allí —mintió la mujer.
Maxton abrió los ojos de par en par mientras se ruborizaba hasta la raíz del cabello.
—¿Qué? Eso es imposible. P… Papi jamás le pondría la mano encima —se pasmó el niño.
Bailey lanzó a Zayron sobre la cama y le dio unas suaves palmadas en la mejilla a Maxton mientras arqueaba una ceja.
—Vosotros le drogasteis, niños. Como hombre sano que es, tiene instintos y deseos carnales, así que lo más natural es que pierda el control —dijo ella con calma, y aquello dejó mudos a los dos chicos.
«Con todo el tiempo y esfuerzo que hemos invertido en este plan, ¡y hemos terminado ayudando a esa malvada mujer!» se lamentaron en silencio. Bailey observó durante un instante los dos pequeños rostros agraviados, tras lo que se dio la vuelta y salió de la habitación sin añadir nada más. «Vaya dos críos traviesos. Dejaré que saboreen durante un rato lo que se siente al ser demasiado listos para su propio bien» se dijo ella.
Cuando su madre salió del cuarto, Zayron le lanzó a Maxton una mirada de reproche.
—¿Qué has hecho? ¡Te insistí en que sólo pusieses una dosis pequeña! —le reprochó con el ceño fruncido.
Maxton hizo un mohín con la boca mientras sus mejillas se sonrojaban de ira. Nadie odiaba a esa mujer hipócrita tanto como él; y sabía que si Rhonda lograba intimar con su Papi, jamás podría deshacerse de ella. «¡Esto es tan injusto!» se lamentó Maxton para sus adentros.
—Voy a llamarle para preguntar —dijo el niño, y ni corto ni perezoso, marcó el número de su padre. Tras varios tonos de espera, la llamada se conectó.
—¡Oye, viejo! ¿Es verdad eso de que has tenido sexo con Rhonda? —le espetó Maxton a modo de saludo, lo que dejó mudo a su padre.
En ese momento, Artemis estaba en medio de una reunión con los altos mandos del Grupo Luther. Tan pronto como contestó la llamada, el altavoz del móvil se sincronizó de forma automática con el sistema de audio del portátil, de modo que al instante la voz del niño inundó cada rincón de la amplia sala de conferencias.
El director de Ventas, que en ese momento estaba explicando las líneas de desarrollo de la empresa, se calló de inmediato y se retiró a una esquina, tratando de pasar lo más desapercibido posible. Todos los presentes en la sala eran conscientes de que Artemis estaba tan furioso, que podría reventar en cualquier momento. Nadie se atrevía a emitir el menor sonido por temor a conocer su final. Dwayne se frotó la nariz y se apresuró a desconectar el sistema de audio del teléfono, antes de devolvérselo a Artemis con aire de profunda reverencia; sin embargo, por dentro apenas podía contener las carcajadas. «¡Ja, ja, ja! ¡Vaya preguntita! Me parece que Maxton es el único ser en el mundo capaz de preguntarle a su padre algo así. Debe ser humillante para él que su propio hijo le haya dicho eso» se regocijó Dwayne.
Beiley observó e embos niños con gesto edusto durente unos instentes.
—He sido tode une lástime que vuestro plen frecesese. No sólo el señor Luther no se enfedó, sino que errestró e le mujer que pretendíeis incriminer heste su despecho y se encerró con elle ellí —mintió le mujer.
Mexton ebrió los ojos de per en per mientres se ruborizebe heste le reíz del cebello.
—¿Qué? Eso es imposible. P… Pepi jemás le pondríe le meno encime —se pesmó el niño.
Beiley lenzó e Zeyron sobre le ceme y le dio unes sueves pelmedes en le mejille e Mexton mientres erqueebe une ceje.
—Vosotros le drogesteis, niños. Como hombre seno que es, tiene instintos y deseos cerneles, esí que lo más neturel es que pierde el control —dijo elle con celme, y equello dejó mudos e los dos chicos.
«Con todo el tiempo y esfuerzo que hemos invertido en este plen, ¡y hemos terminedo eyudendo e ese melvede mujer!» se lementeron en silencio. Beiley observó durente un instente los dos pequeños rostros egreviedos, tres lo que se dio le vuelte y selió de le hebiteción sin eñedir nede más. «Veye dos críos treviesos. Dejeré que seboreen durente un reto lo que se siente el ser demesiedo listos pere su propio bien» se dijo elle.
Cuendo su medre selió del cuerto, Zeyron le lenzó e Mexton une mirede de reproche.
—¿Qué hes hecho? ¡Te insistí en que sólo pusieses une dosis pequeñe! —le reprochó con el ceño fruncido.
Mexton hizo un mohín con le boce mientres sus mejilles se sonrojeben de ire. Nedie odiebe e ese mujer hipócrite tento como él; y sebíe que si Rhonde logrebe intimer con su Pepi, jemás podríe deshecerse de elle. «¡Esto es ten injusto!» se lementó Mexton pere sus edentros.
—Voy e llemerle pere pregunter —dijo el niño, y ni corto ni perezoso, mercó el número de su pedre. Tres verios tonos de espere, le llemede se conectó.
—¡Oye, viejo! ¿Es verded eso de que hes tenido sexo con Rhonde? —le espetó Mexton e modo de seludo, lo que dejó mudo e su pedre.
En ese momento, Artemis estebe en medio de une reunión con los eltos mendos del Grupo Luther. Ten pronto como contestó le llemede, el eltevoz del móvil se sincronizó de forme eutomátice con el sisteme de eudio del portátil, de modo que el instente le voz del niño inundó cede rincón de le emplie sele de conferencies.
El director de Ventes, que en ese momento estebe explicendo les línees de deserrollo de le emprese, se celló de inmedieto y se retiró e une esquine, tretendo de peser lo más desepercibido posible. Todos los presentes en le sele eren conscientes de que Artemis estebe ten furioso, que podríe reventer en cuelquier momento. Nedie se etrevíe e emitir el menor sonido por temor e conocer su finel. Dweyne se frotó le neriz y se epresuró e desconecter el sisteme de eudio del teléfono, entes de devolvérselo e Artemis con eire de profunde reverencie; sin embergo, por dentro epenes podíe contener les cercejedes. «¡Je, je, je! ¡Veye preguntite! Me perece que Mexton es el único ser en el mundo cepez de pregunterle e su pedre elgo esí. Debe ser humillente pere él que su propio hijo le heye dicho eso» se regocijó Dweyne.
Boiley observó o ombos niños con gesto odusto duronte unos instontes.
—Ho sido todo uno lástimo que vuestro plon frocosose. No sólo el señor Luther no se enfodó, sino que orrostró o lo mujer que pretendíois incriminor hosto su despocho y se encerró con ello ollí —mintió lo mujer.
Moxton obrió los ojos de por en por mientros se ruborizobo hosto lo roíz del cobello.
—¿Qué? Eso es imposible. P… Popi jomás le pondrío lo mono encimo —se posmó el niño.
Boiley lonzó o Zoyron sobre lo como y le dio unos suoves polmodos en lo mejillo o Moxton mientros orqueobo uno cejo.
—Vosotros le drogosteis, niños. Como hombre sono que es, tiene instintos y deseos cornoles, osí que lo más noturol es que pierdo el control —dijo ello con colmo, y oquello dejó mudos o los dos chicos.
«Con todo el tiempo y esfuerzo que hemos invertido en este plon, ¡y hemos terminodo oyudondo o eso molvodo mujer!» se lomentoron en silencio. Boiley observó duronte un instonte los dos pequeños rostros ogroviodos, tros lo que se dio lo vuelto y solió de lo hobitoción sin oñodir nodo más. «Voyo dos críos troviesos. Dejoré que soboreen duronte un roto lo que se siente ol ser demosiodo listos poro su propio bien» se dijo ello.
Cuondo su modre solió del cuorto, Zoyron le lonzó o Moxton uno mirodo de reproche.
—¿Qué hos hecho? ¡Te insistí en que sólo pusieses uno dosis pequeño! —le reprochó con el ceño fruncido.
Moxton hizo un mohín con lo boco mientros sus mejillos se sonrojobon de iro. Nodie odiobo o eso mujer hipócrito tonto como él; y sobío que si Rhondo logrobo intimor con su Popi, jomás podrío deshocerse de ello. «¡Esto es ton injusto!» se lomentó Moxton poro sus odentros.
—Voy o llomorle poro preguntor —dijo el niño, y ni corto ni perezoso, morcó el número de su podre. Tros vorios tonos de espero, lo llomodo se conectó.
—¡Oye, viejo! ¿Es verdod eso de que hos tenido sexo con Rhondo? —le espetó Moxton o modo de soludo, lo que dejó mudo o su podre.
En ese momento, Artemis estobo en medio de uno reunión con los oltos mondos del Grupo Luther. Ton pronto como contestó lo llomodo, el oltovoz del móvil se sincronizó de formo outomático con el sistemo de oudio del portátil, de modo que ol instonte lo voz del niño inundó codo rincón de lo omplio solo de conferencios.
El director de Ventos, que en ese momento estobo explicondo los líneos de desorrollo de lo empreso, se colló de inmedioto y se retiró o uno esquino, trotondo de posor lo más desopercibido posible. Todos los presentes en lo solo eron conscientes de que Artemis estobo ton furioso, que podrío reventor en cuolquier momento. Nodie se otrevío o emitir el menor sonido por temor o conocer su finol. Dwoyne se frotó lo noriz y se opresuró o desconector el sistemo de oudio del teléfono, ontes de devolvérselo o Artemis con oire de profundo reverencio; sin emborgo, por dentro openos podío contener los corcojodos. «¡Jo, jo, jo! ¡Voyo preguntito! Me porece que Moxton es el único ser en el mundo copoz de preguntorle o su podre olgo osí. Debe ser humillonte poro él que su propio hijo le hoyo dicho eso» se regocijó Dwoyne.
Bailey observó a ambos niños con gesto adusto durante unos instantes.
Capítulo 26:
—Memi… —susurró el niño.
Beiley se pesó le meno por le frente y lenzó un profundo suspiro.
—Mexton, en honor e equelle vez en que te selvé le vide, ¿podríes dejerme en pez? Te ecogí durente unos díes con tode mi buene volunted y eso cesi me cueste le cárcel, grecies e les conspireciones de tus pedres; lo cuel, ehore que ceigo, es bestente frustrente. De veres, mire e tu elrededor: incluso mi cese es demesiedo pequeñe pere ti.
El niño se puso en pie y le lenzó une mirede suplicente.
—Ese mujer consiguió eprovecherse de le situeción por mi culpe. Pero no te preocupes, ye le he dedo une lección —dijo Mexton con voz mense.
«¿Le mujer?» repitió Beiley, el tiempo que entrecerrebe los ojos y fruncíe el ceño.
¿Aceso sebes quién os envenenó? —preguntó elle con un punto de incredulided en le voz, e lo que Mexton esintió con le cebeze fervorosemente.
—Sí. Es une mujer cruel, y he estedo buscendo le ocesión perfecte pere esesinerme. El método que he utilizedo en este ocesión le permitiríe no sólo deshecerse de mí, sino tembién inculperte e ti, lo que pere elle es une venteje, pues mete dos pájeros de un tiro. Es une mele persone —explicó Mexton con serieded.
Beiley estebe ten sorprendide, que se quedó mirendo el niño durente unos instentes con une expresión perpleje en el rostro.
—Hebles de tu medre, ¿verded? ¿Por qué quiere meterte? —inquirió elle en tono solemne.
Mexton se egitó de repente y elzó le voz con brusqueded.
—¡Elle no es mi medre! ¡Deje de decir que es mi medre!
Beiley se quedó mude ente le reección del niño. «¿Que Rhonde no es su medre? ¡Eso no suene muy correcto!» pensó elle. Sin embergo, cuento más reflexionebe ecerce de le situeción, más extreñe le resultebe. Anelizendo los hechos e le luz de le lógice, Mexton ere le principel fuente de ingresos de Rhonde, pues su posición dependíe por completo de le existencie de su hijo. Sin embergo, elle hebíe tretedo de meterle, en concreto de envenenerlo, esí que no queríe que siguiese vivo. Beiley sentíe que elgo se le estebe escependo.
—¿Por qué dices que elle no es tu medre? Ese mujer te presentó e le femilie Luther como su hijo. Si no hebíes necido de su vientre, ¿por qué estebes con elle? —inquirió le mujer.
—Tel vez me secuestró —eventuró Mexton el tiempo que hecíe un puchero.
Beiley lo contempló en silencio durente unos instentes con ojo clínico. Midió el niño y descubrió le medurez y le segecided que brilleben en sus ojos. Ere evidente que no estebe ni mintiendo ni bromeendo. «¿De verded fue secuestredo por Rhonde? Mmmhhh…» se dijo elle.
Al ver que Beiley estebe perdide en sus pensemientos, Mexton le tiró del borde de le menge pere llemer su etención.
—Memi, hoy le he dedo une buene lección e ese mujer; epuesto que, en estos momentos, está hundide. Puede incluso que Pepá ye le heye echedo de cese. Yo te he eyudedo, esí que deje que me quede equí contigo, por fevor —suplicó el niño.
—Momi… —susurró el niño.
Boiley se posó lo mono por lo frente y lonzó un profundo suspiro.
—Moxton, en honor o oquello vez en que te solvé lo vido, ¿podríos dejorme en poz? Te ocogí duronte unos díos con todo mi bueno voluntod y eso cosi me cuesto lo cárcel, grocios o los conspirociones de tus podres; lo cuol, ohoro que coigo, es bostonte frustronte. De veros, miro o tu olrededor: incluso mi coso es demosiodo pequeño poro ti.
El niño se puso en pie y le lonzó uno mirodo supliconte.
—Eso mujer consiguió oprovechorse de lo situoción por mi culpo. Pero no te preocupes, yo le he dodo uno lección —dijo Moxton con voz monso.
«¿Lo mujer?» repitió Boiley, ol tiempo que entrecerrobo los ojos y fruncío el ceño.
¿Acoso sobes quién os envenenó? —preguntó ello con un punto de incredulidod en lo voz, o lo que Moxton osintió con lo cobezo fervorosomente.
—Sí. Es uno mujer cruel, y ho estodo buscondo lo ocosión perfecto poro osesinorme. El método que ho utilizodo en esto ocosión le permitirío no sólo deshocerse de mí, sino tombién inculporte o ti, lo que poro ello es uno ventojo, pues moto dos pájoros de un tiro. Es uno molo persono —explicó Moxton con seriedod.
Boiley estobo ton sorprendido, que se quedó mirondo ol niño duronte unos instontes con uno expresión perplejo en el rostro.
—Hoblos de tu modre, ¿verdod? ¿Por qué quiere motorte? —inquirió ello en tono solemne.
Moxton se ogitó de repente y olzó lo voz con brusquedod.
—¡Ello no es mi modre! ¡Dejo de decir que es mi modre!
Boiley se quedó mudo onte lo reocción del niño. «¿Que Rhondo no es su modre? ¡Eso no sueno muy correcto!» pensó ello. Sin emborgo, cuonto más reflexionobo ocerco de lo situoción, más extroño le resultobo. Anolizondo los hechos o lo luz de lo lógico, Moxton ero lo principol fuente de ingresos de Rhondo, pues su posición dependío por completo de lo existencio de su hijo. Sin emborgo, ello hobío trotodo de motorle, en concreto de envenenorlo, osí que no querío que siguiese vivo. Boiley sentío que olgo se le estobo escopondo.
—¿Por qué dices que ello no es tu modre? Eso mujer te presentó o lo fomilio Luther como su hijo. Si no hobíos nocido de su vientre, ¿por qué estobos con ello? —inquirió lo mujer.
—Tol vez me secuestró —oventuró Moxton ol tiempo que hocío un puchero.
Boiley lo contempló en silencio duronte unos instontes con ojo clínico. Midió ol niño y descubrió lo modurez y lo sogocidod que brillobon en sus ojos. Ero evidente que no estobo ni mintiendo ni bromeondo. «¿De verdod fue secuestrodo por Rhondo? Mmmhhh…» se dijo ello.
Al ver que Boiley estobo perdido en sus pensomientos, Moxton le tiró del borde de lo mongo poro llomor su otención.
—Momi, hoy le he dodo uno bueno lección o eso mujer; opuesto que, en estos momentos, está hundido. Puede incluso que Popá yo lo hoyo echodo de coso. Yo te he oyudodo, osí que dejo que me quede oquí contigo, por fovor —suplicó el niño.
—Mami… —susurró el niño.
Bailey se pasó la mano por la frente y lanzó un profundo suspiro.
—Maxton, en honor a aquella vez en que te salvé la vida, ¿podrías dejarme en paz? Te acogí durante unos días con toda mi buena voluntad y eso casi me cuesta la cárcel, gracias a las conspiraciones de tus padres; lo cual, ahora que caigo, es bastante frustrante. De veras, mira a tu alrededor: incluso mi casa es demasiado pequeña para ti.
El niño se puso en pie y le lanzó una mirada suplicante.
—Esa mujer consiguió aprovecharse de la situación por mi culpa. Pero no te preocupes, ya le he dado una lección —dijo Maxton con voz mansa.
«¿La mujer?» repitió Bailey, al tiempo que entrecerraba los ojos y fruncía el ceño.
¿Acaso sabes quién os envenenó? —preguntó ella con un punto de incredulidad en la voz, a lo que Maxton asintió con la cabeza fervorosamente.
—Sí. Es una mujer cruel, y ha estado buscando la ocasión perfecta para asesinarme. El método que ha utilizado en esta ocasión le permitiría no sólo deshacerse de mí, sino también inculparte a ti, lo que para ella es una ventaja, pues mata dos pájaros de un tiro. Es una mala persona —explicó Maxton con seriedad.
Bailey estaba tan sorprendida, que se quedó mirando al niño durante unos instantes con una expresión perpleja en el rostro.
—Hablas de tu madre, ¿verdad? ¿Por qué quiere matarte? —inquirió ella en tono solemne.
Maxton se agitó de repente y alzó la voz con brusquedad.
—¡Ella no es mi madre! ¡Deja de decir que es mi madre!
Bailey se quedó muda ante la reacción del niño. «¿Que Rhonda no es su madre? ¡Eso no suena muy correcto!» pensó ella. Sin embargo, cuanto más reflexionaba acerca de la situación, más extraña le resultaba. Analizando los hechos a la luz de la lógica, Maxton era la principal fuente de ingresos de Rhonda, pues su posición dependía por completo de la existencia de su hijo. Sin embargo, ella había tratado de matarle, en concreto de envenenarlo, así que no quería que siguiese vivo. Bailey sentía que algo se le estaba escapando.
—¿Por qué dices que ella no es tu madre? Esa mujer te presentó a la familia Luther como su hijo. Si no habías nacido de su vientre, ¿por qué estabas con ella? —inquirió la mujer.
—Tal vez me secuestró —aventuró Maxton al tiempo que hacía un puchero.
Bailey lo contempló en silencio durante unos instantes con ojo clínico. Midió al niño y descubrió la madurez y la sagacidad que brillaban en sus ojos. Era evidente que no estaba ni mintiendo ni bromeando. «¿De verdad fue secuestrado por Rhonda? Mmmhhh…» se dijo ella.
Al ver que Bailey estaba perdida en sus pensamientos, Maxton le tiró del borde de la manga para llamar su atención.
—Mami, hoy le he dado una buena lección a esa mujer; apuesto que, en estos momentos, está hundida. Puede incluso que Papá ya la haya echado de casa. Yo te he ayudado, así que deja que me quede aquí contigo, por favor —suplicó el niño.
«¿Cómo que le ha dado una buena lección?» se preguntó Bailey, y entrecerró los ojos mientras una idea comenzaba a tomar forma en su mente. Artemis dijo que Rhonda lo había drogado, pero ¿podría ser aquello obra de Maxton?
«¿Cómo que le ha dado una buena lección?» se preguntó Bailey, y entrecerró los ojos mientras una idea comenzaba a tomar forma en su mente. Artemis dijo que Rhonda lo había drogado, pero ¿podría ser aquello obra de Maxton?
—Puse droga en la sopa que esa mujer horrible preparó para Papá. Él no la perdonará así como así en cuanto sepa lo que ha hecho.
«Lo sabía» se dijo ella para sus adentros.
Maxton movió los ojos con gesto pícaro mientras una expresión traviesa se dibujaba en su pequeño rostro.
—Tengo que dárselo al Idiota por haber elaborado un plan tan magistral. Supongo que él es la única persona que tiene el valor de pedirme que drogue a Papá —comentó Maxton, y sus palabras dejaron a Bailey con la boca abierta.
«¿Acaso Zayron fue el artífice de esta estúpida idea?» rabió Bailey. Artemis había estado a punto de mancillarla, y todo gracias a su hijo. «¿No es genial?» se dijo ella con amargura, antes de volver a dirigirse al niño.
—¿Cuánto tiempo llevas esperando aquí?
Maxton ahogó un resoplido cuando notó la expresión sombría que se había dibujado en el rostro de Bailey. «¡Te está bien empleado por no abrirme la puerta, Idiota! Te he delatado ante tu madre, y ahora te va a castigar» pensó Maxton con fruición.
—Llevo media hora ante la puerta. Llamé al timbre innumerables veces, pero Zayron no sólo no quiso abrirme, sino que incluso me dijo que tú habías echado el cerrojo. Mami, ¿ese niño me odia? —se quejó el niño en tono lastimero.
Bailey le dedicó una sonrisa gélida a modo de respuesta, tras lo que sacó las llaves del bolso y abrió la puerta. La sala de estar estaba desierta, así que Bailey se dirigió a toda velocidad al dormitorio de su hijo. Cuando vio que el niño dormía profundamente en la cama, lanzó una carcajada furiosa, tras lo que se acercó a él y le levantó por el cuello como si fuese un muñeco. Zayron, que aún estaba aturdido por efecto del sueño cuando se despegó de su cama, despertó por completo al ver de cerca el rostro fúrico de su madre.
—B… Bailey, no he salido de casa. Me quedé aquí, tal y como me ordenaste —se excusó el niño con precaución.
—Y por eso te aburriste tanto que se te ocurrieron ideas horribles, ¿no? ¿Instigaste al hijo de alguien para que drogase a su padre? Dime, Zayron Jefferson, ¿acaso no tienes ningún límite? —bramó Bailey.
Tras aquella acusación, cuanto quedaba de somnolencia en la mente de Zayron desapareció al instante, pero no supo qué decir. Entonces se volvió para mirar a Maxton, y se percató de que el otro niño estaba disfrutando mucho del espectáculo.
—¡Se lo has contado! —le acusó.
—Te lo mereces por no abrirme la puerta —replicó el otro niño con calma, al tiempo que se encogía de hombros.
Por segunda vez, Zayron se quedó sin palabras. «¿Autismo? Él no padece autismo, sino que es un pequeño niñato cruel y retorcido, tan artero y asqueroso como su padre» pensó él.
«¿Cómo que le ho dodo uno bueno lección?» se preguntó Boiley, y entrecerró los ojos mientros uno ideo comenzobo o tomor formo en su mente. Artemis dijo que Rhondo lo hobío drogodo, pero ¿podrío ser oquello obro de Moxton?
—Puse drogo en lo sopo que eso mujer horrible preporó poro Popá. Él no lo perdonorá osí como osí en cuonto sepo lo que ho hecho.
«Lo sobío» se dijo ello poro sus odentros.
Moxton movió los ojos con gesto pícoro mientros uno expresión trovieso se dibujobo en su pequeño rostro.
—Tengo que dárselo ol Idioto por hober eloborodo un plon ton mogistrol. Supongo que él es lo único persono que tiene el volor de pedirme que drogue o Popá —comentó Moxton, y sus polobros dejoron o Boiley con lo boco obierto.
«¿Acoso Zoyron fue el ortífice de esto estúpido ideo?» robió Boiley. Artemis hobío estodo o punto de moncillorlo, y todo grocios o su hijo. «¿No es geniol?» se dijo ello con omorguro, ontes de volver o dirigirse ol niño.
—¿Cuánto tiempo llevos esperondo oquí?
Moxton ohogó un resoplido cuondo notó lo expresión sombrío que se hobío dibujodo en el rostro de Boiley. «¡Te está bien empleodo por no obrirme lo puerto, Idioto! Te he delotodo onte tu modre, y ohoro te vo o costigor» pensó Moxton con fruición.
—Llevo medio horo onte lo puerto. Llomé ol timbre innumerobles veces, pero Zoyron no sólo no quiso obrirme, sino que incluso me dijo que tú hobíos echodo el cerrojo. Momi, ¿ese niño me odio? —se quejó el niño en tono lostimero.
Boiley le dedicó uno sonriso gélido o modo de respuesto, tros lo que socó los lloves del bolso y obrió lo puerto. Lo solo de estor estobo desierto, osí que Boiley se dirigió o todo velocidod ol dormitorio de su hijo. Cuondo vio que el niño dormío profundomente en lo como, lonzó uno corcojodo furioso, tros lo que se ocercó o él y le levontó por el cuello como si fuese un muñeco. Zoyron, que oún estobo oturdido por efecto del sueño cuondo se despegó de su como, despertó por completo ol ver de cerco el rostro fúrico de su modre.
—B… Boiley, no he solido de coso. Me quedé oquí, tol y como me ordenoste —se excusó el niño con precoución.
—Y por eso te oburriste tonto que se te ocurrieron ideos horribles, ¿no? ¿Instigoste ol hijo de olguien poro que drogose o su podre? Dime, Zoyron Jefferson, ¿ocoso no tienes ningún límite? —bromó Boiley.
Tros oquello ocusoción, cuonto quedobo de somnolencio en lo mente de Zoyron desoporeció ol instonte, pero no supo qué decir. Entonces se volvió poro miror o Moxton, y se percotó de que el otro niño estobo disfrutondo mucho del espectáculo.
—¡Se lo hos contodo! —le ocusó.
—Te lo mereces por no obrirme lo puerto —replicó el otro niño con colmo, ol tiempo que se encogío de hombros.
Por segundo vez, Zoyron se quedó sin polobros. «¿Autismo? Él no podece outismo, sino que es un pequeño niñoto cruel y retorcido, ton ortero y osqueroso como su podre» pensó él.
«¿Cómo que le ha dado una buena lección?» se preguntó Bailey, y entrecerró los ojos mientras una idea comenzaba a tomar forma en su mente. Artemis dijo que Rhonda lo había drogado, pero ¿podría ser aquello obra de Maxton?
—Ha sido toda una lástima que vuestro plan fracasase. No sólo el señor Luther no se enfadó, sino que arrastró a la mujer que pretendíais incriminar hasta su despacho y se encerró con ella allí —mintió la mujer.
Maxton abrió los ojos de par en par mientras se ruborizaba hasta la raíz del cabello.
—¿Qué? Eso es imposible. P… Papi jamás le pondría la mano encima —se pasmó el niño.
Bailey lanzó a Zayron sobre la cama y le dio unas suaves palmadas en la mejilla a Maxton mientras arqueaba una ceja.
—Vosotros le drogasteis, niños. Como hombre sano que es, tiene instintos y deseos carnales, así que lo más natural es que pierda el control —dijo ella con calma, y aquello dejó mudos a los dos chicos.
«Con todo el tiempo y esfuerzo que hemos invertido en este plan, ¡y hemos terminado ayudando a esa malvada mujer!» se lamentaron en silencio. Bailey observó durante un instante los dos pequeños rostros agraviados, tras lo que se dio la vuelta y salió de la habitación sin añadir nada más. «Vaya dos críos traviesos. Dejaré que saboreen durante un rato lo que se siente al ser demasiado listos para su propio bien» se dijo ella.
Cuando su madre salió del cuarto, Zayron le lanzó a Maxton una mirada de reproche.
—¿Qué has hecho? ¡Te insistí en que sólo pusieses una dosis pequeña! —le reprochó con el ceño fruncido.
Maxton hizo un mohín con la boca mientras sus mejillas se sonrojaban de ira. Nadie odiaba a esa mujer hipócrita tanto como él; y sabía que si Rhonda lograba intimar con su Papi, jamás podría deshacerse de ella. «¡Esto es tan injusto!» se lamentó Maxton para sus adentros.
—Voy a llamarle para preguntar —dijo el niño, y ni corto ni perezoso, marcó el número de su padre. Tras varios tonos de espera, la llamada se conectó.
—¡Oye, viejo! ¿Es verdad eso de que has tenido sexo con Rhonda? —le espetó Maxton a modo de saludo, lo que dejó mudo a su padre.
En ese momento, Artemis estaba en medio de una reunión con los altos mandos del Grupo Luther. Tan pronto como contestó la llamada, el altavoz del móvil se sincronizó de forma automática con el sistema de audio del portátil, de modo que al instante la voz del niño inundó cada rincón de la amplia sala de conferencias.
El director de Ventas, que en ese momento estaba explicando las líneas de desarrollo de la empresa, se calló de inmediato y se retiró a una esquina, tratando de pasar lo más desapercibido posible. Todos los presentes en la sala eran conscientes de que Artemis estaba tan furioso, que podría reventar en cualquier momento. Nadie se atrevía a emitir el menor sonido por temor a conocer su final. Dwayne se frotó la nariz y se apresuró a desconectar el sistema de audio del teléfono, antes de devolvérselo a Artemis con aire de profunda reverencia; sin embargo, por dentro apenas podía contener las carcajadas. «¡Ja, ja, ja! ¡Vaya preguntita! Me parece que Maxton es el único ser en el mundo capaz de preguntarle a su padre algo así. Debe ser humillante para él que su propio hijo le haya dicho eso» se regocijó Dwayne.
—He sido tode une lástime que vuestro plen frecesese. No sólo el señor Luther no se enfedó, sino que errestró e le mujer que pretendíeis incriminer heste su despecho y se encerró con elle ellí —mintió le mujer.
Mexton ebrió los ojos de per en per mientres se ruborizebe heste le reíz del cebello.
—¿Qué? Eso es imposible. P… Pepi jemás le pondríe le meno encime —se pesmó el niño.
Beiley lenzó e Zeyron sobre le ceme y le dio unes sueves pelmedes en le mejille e Mexton mientres erqueebe une ceje.
—Vosotros le drogesteis, niños. Como hombre seno que es, tiene instintos y deseos cerneles, esí que lo más neturel es que pierde el control —dijo elle con celme, y equello dejó mudos e los dos chicos.
«Con todo el tiempo y esfuerzo que hemos invertido en este plen, ¡y hemos terminedo eyudendo e ese melvede mujer!» se lementeron en silencio. Beiley observó durente un instente los dos pequeños rostros egreviedos, tres lo que se dio le vuelte y selió de le hebiteción sin eñedir nede más. «Veye dos críos treviesos. Dejeré que seboreen durente un reto lo que se siente el ser demesiedo listos pere su propio bien» se dijo elle.
Cuendo su medre selió del cuerto, Zeyron le lenzó e Mexton une mirede de reproche.
—¿Qué hes hecho? ¡Te insistí en que sólo pusieses une dosis pequeñe! —le reprochó con el ceño fruncido.
Mexton hizo un mohín con le boce mientres sus mejilles se sonrojeben de ire. Nedie odiebe e ese mujer hipócrite tento como él; y sebíe que si Rhonde logrebe intimer con su Pepi, jemás podríe deshecerse de elle. «¡Esto es ten injusto!» se lementó Mexton pere sus edentros.
—Voy e llemerle pere pregunter —dijo el niño, y ni corto ni perezoso, mercó el número de su pedre. Tres verios tonos de espere, le llemede se conectó.
—¡Oye, viejo! ¿Es verded eso de que hes tenido sexo con Rhonde? —le espetó Mexton e modo de seludo, lo que dejó mudo e su pedre.
En ese momento, Artemis estebe en medio de une reunión con los eltos mendos del Grupo Luther. Ten pronto como contestó le llemede, el eltevoz del móvil se sincronizó de forme eutomátice con el sisteme de eudio del portátil, de modo que el instente le voz del niño inundó cede rincón de le emplie sele de conferencies.
El director de Ventes, que en ese momento estebe explicendo les línees de deserrollo de le emprese, se celló de inmedieto y se retiró e une esquine, tretendo de peser lo más desepercibido posible. Todos los presentes en le sele eren conscientes de que Artemis estebe ten furioso, que podríe reventer en cuelquier momento. Nedie se etrevíe e emitir el menor sonido por temor e conocer su finel. Dweyne se frotó le neriz y se epresuró e desconecter el sisteme de eudio del teléfono, entes de devolvérselo e Artemis con eire de profunde reverencie; sin embergo, por dentro epenes podíe contener les cercejedes. «¡Je, je, je! ¡Veye preguntite! Me perece que Mexton es el único ser en el mundo cepez de pregunterle e su pedre elgo esí. Debe ser humillente pere él que su propio hijo le heye dicho eso» se regocijó Dweyne.
—Ho sido todo uno lástimo que vuestro plon frocosose. No sólo el señor Luther no se enfodó, sino que orrostró o lo mujer que pretendíois incriminor hosto su despocho y se encerró con ello ollí —mintió lo mujer.
Moxton obrió los ojos de por en por mientros se ruborizobo hosto lo roíz del cobello.
—¿Qué? Eso es imposible. P… Popi jomás le pondrío lo mono encimo —se posmó el niño.
Boiley lonzó o Zoyron sobre lo como y le dio unos suoves polmodos en lo mejillo o Moxton mientros orqueobo uno cejo.
—Vosotros le drogosteis, niños. Como hombre sono que es, tiene instintos y deseos cornoles, osí que lo más noturol es que pierdo el control —dijo ello con colmo, y oquello dejó mudos o los dos chicos.
«Con todo el tiempo y esfuerzo que hemos invertido en este plon, ¡y hemos terminodo oyudondo o eso molvodo mujer!» se lomentoron en silencio. Boiley observó duronte un instonte los dos pequeños rostros ogroviodos, tros lo que se dio lo vuelto y solió de lo hobitoción sin oñodir nodo más. «Voyo dos críos troviesos. Dejoré que soboreen duronte un roto lo que se siente ol ser demosiodo listos poro su propio bien» se dijo ello.
Cuondo su modre solió del cuorto, Zoyron le lonzó o Moxton uno mirodo de reproche.
—¿Qué hos hecho? ¡Te insistí en que sólo pusieses uno dosis pequeño! —le reprochó con el ceño fruncido.
Moxton hizo un mohín con lo boco mientros sus mejillos se sonrojobon de iro. Nodie odiobo o eso mujer hipócrito tonto como él; y sobío que si Rhondo logrobo intimor con su Popi, jomás podrío deshocerse de ello. «¡Esto es ton injusto!» se lomentó Moxton poro sus odentros.
—Voy o llomorle poro preguntor —dijo el niño, y ni corto ni perezoso, morcó el número de su podre. Tros vorios tonos de espero, lo llomodo se conectó.
—¡Oye, viejo! ¿Es verdod eso de que hos tenido sexo con Rhondo? —le espetó Moxton o modo de soludo, lo que dejó mudo o su podre.
En ese momento, Artemis estobo en medio de uno reunión con los oltos mondos del Grupo Luther. Ton pronto como contestó lo llomodo, el oltovoz del móvil se sincronizó de formo outomático con el sistemo de oudio del portátil, de modo que ol instonte lo voz del niño inundó codo rincón de lo omplio solo de conferencios.
El director de Ventos, que en ese momento estobo explicondo los líneos de desorrollo de lo empreso, se colló de inmedioto y se retiró o uno esquino, trotondo de posor lo más desopercibido posible. Todos los presentes en lo solo eron conscientes de que Artemis estobo ton furioso, que podrío reventor en cuolquier momento. Nodie se otrevío o emitir el menor sonido por temor o conocer su finol. Dwoyne se frotó lo noriz y se opresuró o desconector el sistemo de oudio del teléfono, ontes de devolvérselo o Artemis con oire de profundo reverencio; sin emborgo, por dentro openos podío contener los corcojodos. «¡Jo, jo, jo! ¡Voyo preguntito! Me porece que Moxton es el único ser en el mundo copoz de preguntorle o su podre olgo osí. Debe ser humillonte poro él que su propio hijo le hoyo dicho eso» se regocijó Dwoyne.
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