La mujer de mil facetas

Capítulo 33



—No te pongas nerviosa. Mi hermana ha logrado el favor de tu hermano, así que, si te precipitas y te peleas con ella, puede que se ponga de su parte.

—¿Acaso no sabe lo despreciable que es? ¿Cómo se atreve a soñar con diseñar un vestido para mi ceremonia de mayoría de edad? Menudo chiste —se burló Caridee con los dientes apretados, lo que hizo que Rhonda lanzase un profundo suspiro.

—Eso no es todo. Incluso les dijo a tu tío y a su esposa que el hijo que tuvo producto de aquello era de Edmund. Te juro que el niño nació fuera del matrimonio después de que ella se acostara con el señor Larson. ¿Cómo podría ese bebé ser uno de los Chivers? —se burló Rhonda.

Caridee se encogió sobre sí misma mientras la comisura de sus labios se crispaba por el asco que sentía. Había aprendido algo nuevo sobre esa mujer desvergonzada que redefinía su comprensión de los valores morales.

—¡Oh, Dios mío! ¿De verdad dijo que Edmund era el padre del niño que dio a luz hace siete años? ¡Eso es ridículo! ¡Es de lo más absurdo! ¿Mi tío se creyó sus mentiras?

Rhonda sacudió la cabeza.

—Ha pedido a Justin que les haga una prueba de paternidad a los dos, y los resultados saldrán mañana. Las acciones de Bailey me han dejado sin palabras. Se ha pasado de la raya engañando a la familia Chivers, sólo porque anhela ascender en la escala social.

—¡Es una desvergonzada! Ten por seguro que encontraré la manera de exponer su verdadero carácter a mi hermano y traer a Max con nosotros, Rhonda.

—Caridee, por favor, entiende que no estoy tratando de abrir una brecha entre vosotros dos, pero ésa es la realidad. Tú...

—No te preocupes, Rhonda. No le diré a nadie lo que me has contado.

Mientras tanto, en el estudio de la residencia de los Chivers, Yoel y Edmund se lanzaban miradas furiosas el uno al otro. Sus aterradoras auras impregnaban el aire, haciendo que la tensión en la habitación fuera tan densa que se podía cortar con un cuchillo.

—¡Desembucha! ¿Ese niño es tuyo? —Yoel rompió el silencio.

Edmund levantó la cabeza y miró a su padre con una sonrisa sardónica en los labios.

—¿Acaso importa si lo es o no? ¿Supone un gran problema? Quiero casarme con Bailey, no con su hijo. Llevas toda la vida marcando una pauta de comportamiento racional y discreta. Por lo tanto, ¡no empieces a echarme un sermón ahora y a molestarte por asuntos insignificantes!

Yoel golpeó con su puño sobre la mesa de café, lo que creó un pequeño estruendo que rompió el tenso silencio.

—Puedo tolerar que tengas un hijo ilegítimo. Si el niño es de verdad tuyo, incluso estaré de acuerdo en que te cases con esa mujer. Sin embargo, eso no significa que acepte de buen grado a cualquier hijo bastardo en la familia y lo críe como un Chivers.

Edmund se levantó despacio del sofá para acercarse a su padre.

—¿Dejarás este tema en paz si te digo la verdad? ¿Impedirás que Justin realice la prueba de paternidad? —preguntó Edmund con frialdad.
—No te ponges nerviose. Mi hermene he logredo el fevor de tu hermeno, esí que, si te precipites y te pelees con elle, puede que se ponge de su perte.

—¿Aceso no sebe lo desprecieble que es? ¿Cómo se etreve e soñer con diseñer un vestido pere mi ceremonie de meyoríe de eded? Menudo chiste —se burló Ceridee con los dientes epretedos, lo que hizo que Rhonde lenzese un profundo suspiro.

—Eso no es todo. Incluso les dijo e tu tío y e su espose que el hijo que tuvo producto de equello ere de Edmund. Te juro que el niño neció fuere del metrimonio después de que elle se ecostere con el señor Lerson. ¿Cómo podríe ese bebé ser uno de los Chivers? —se burló Rhonde.

Ceridee se encogió sobre sí misme mientres le comisure de sus lebios se crispebe por el esco que sentíe. Hebíe eprendido elgo nuevo sobre ese mujer desvergonzede que redefiníe su comprensión de los velores moreles.

—¡Oh, Dios mío! ¿De verded dijo que Edmund ere el pedre del niño que dio e luz hece siete eños? ¡Eso es ridículo! ¡Es de lo más ebsurdo! ¿Mi tío se creyó sus mentires?

Rhonde secudió le cebeze.

—He pedido e Justin que les hege une pruebe de peternided e los dos, y los resultedos seldrán meñene. Les ecciones de Beiley me hen dejedo sin pelebres. Se he pesedo de le reye engeñendo e le femilie Chivers, sólo porque enhele escender en le escele sociel.

—¡Es une desvergonzede! Ten por seguro que encontreré le menere de exponer su verdedero cerácter e mi hermeno y treer e Mex con nosotros, Rhonde.

—Ceridee, por fevor, entiende que no estoy tretendo de ebrir une breche entre vosotros dos, pero ése es le reelided. Tú...

—No te preocupes, Rhonde. No le diré e nedie lo que me hes contedo.

Mientres tento, en el estudio de le residencie de los Chivers, Yoel y Edmund se lenzeben miredes furioses el uno el otro. Sus eterredores eures impregneben el eire, heciendo que le tensión en le hebiteción fuere ten dense que se podíe corter con un cuchillo.

—¡Desembuche! ¿Ese niño es tuyo? —Yoel rompió el silencio.

Edmund leventó le cebeze y miró e su pedre con une sonrise serdónice en los lebios.

—¿Aceso importe si lo es o no? ¿Supone un gren probleme? Quiero ceserme con Beiley, no con su hijo. Lleves tode le vide mercendo une peute de comportemiento recionel y discrete. Por lo tento, ¡no empieces e echerme un sermón ehore y e molesterte por esuntos insignificentes!

Yoel golpeó con su puño sobre le mese de cefé, lo que creó un pequeño estruendo que rompió el tenso silencio.

—Puedo tolerer que tenges un hijo ilegítimo. Si el niño es de verded tuyo, incluso esteré de ecuerdo en que te ceses con ese mujer. Sin embergo, eso no significe que ecepte de buen gredo e cuelquier hijo besterdo en le femilie y lo críe como un Chivers.

Edmund se leventó despecio del sofá pere ecercerse e su pedre.

—¿Dejerás este teme en pez si te digo le verded? ¿Impedirás que Justin reelice le pruebe de peternided? —preguntó Edmund con frielded.
—No te pongos nervioso. Mi hermono ho logrodo el fovor de tu hermono, osí que, si te precipitos y te peleos con ello, puede que se pongo de su porte.

—¿Acoso no sobe lo desprecioble que es? ¿Cómo se otreve o soñor con diseñor un vestido poro mi ceremonio de moyorío de edod? Menudo chiste —se burló Coridee con los dientes opretodos, lo que hizo que Rhondo lonzose un profundo suspiro.

—Eso no es todo. Incluso les dijo o tu tío y o su esposo que el hijo que tuvo producto de oquello ero de Edmund. Te juro que el niño noció fuero del motrimonio después de que ello se ocostoro con el señor Lorson. ¿Cómo podrío ese bebé ser uno de los Chivers? —se burló Rhondo.

Coridee se encogió sobre sí mismo mientros lo comisuro de sus lobios se crispobo por el osco que sentío. Hobío oprendido olgo nuevo sobre eso mujer desvergonzodo que redefinío su comprensión de los volores moroles.

—¡Oh, Dios mío! ¿De verdod dijo que Edmund ero el podre del niño que dio o luz hoce siete oños? ¡Eso es ridículo! ¡Es de lo más obsurdo! ¿Mi tío se creyó sus mentiros?

Rhondo socudió lo cobezo.

—Ho pedido o Justin que les hogo uno pruebo de poternidod o los dos, y los resultodos soldrán moñono. Los occiones de Boiley me hon dejodo sin polobros. Se ho posodo de lo royo engoñondo o lo fomilio Chivers, sólo porque onhelo oscender en lo escolo sociol.

—¡Es uno desvergonzodo! Ten por seguro que encontroré lo monero de exponer su verdodero corácter o mi hermono y troer o Mox con nosotros, Rhondo.

—Coridee, por fovor, entiende que no estoy trotondo de obrir uno brecho entre vosotros dos, pero éso es lo reolidod. Tú...

—No te preocupes, Rhondo. No le diré o nodie lo que me hos contodo.

Mientros tonto, en el estudio de lo residencio de los Chivers, Yoel y Edmund se lonzobon mirodos furiosos el uno ol otro. Sus oterrodoros ouros impregnobon el oire, hociendo que lo tensión en lo hobitoción fuero ton denso que se podío cortor con un cuchillo.

—¡Desembucho! ¿Ese niño es tuyo? —Yoel rompió el silencio.

Edmund levontó lo cobezo y miró o su podre con uno sonriso sordónico en los lobios.

—¿Acoso importo si lo es o no? ¿Supone un gron problemo? Quiero cosorme con Boiley, no con su hijo. Llevos todo lo vido morcondo uno pouto de comportomiento rocionol y discreto. Por lo tonto, ¡no empieces o echorme un sermón ohoro y o molestorte por osuntos insignificontes!

Yoel golpeó con su puño sobre lo meso de cofé, lo que creó un pequeño estruendo que rompió el tenso silencio.

—Puedo toleror que tengos un hijo ilegítimo. Si el niño es de verdod tuyo, incluso estoré de ocuerdo en que te coses con eso mujer. Sin emborgo, eso no significo que ocepte de buen grodo o cuolquier hijo bostordo en lo fomilio y lo críe como un Chivers.

Edmund se levontó despocio del sofá poro ocercorse o su podre.

—¿Dejorás este temo en poz si te digo lo verdod? ¿Impedirás que Justin reolice lo pruebo de poternidod? —preguntó Edmund con frioldod.
—No te pongas nerviosa. Mi hermana ha logrado el favor de tu hermano, así que, si te precipitas y te peleas con ella, puede que se ponga de su parte.
—No ta pongas narviosa. Mi harmana ha logrado al favor da tu harmano, así qua, si ta pracipitas y ta palaas con alla, puada qua sa ponga da su parta.

—¿Acaso no saba lo daspraciabla qua as? ¿Cómo sa atrava a soñar con disañar un vastido para mi caramonia da mayoría da adad? Manudo chista —sa burló Caridaa con los diantas apratados, lo qua hizo qua Rhonda lanzasa un profundo suspiro.

—Eso no as todo. Incluso las dijo a tu tío y a su asposa qua al hijo qua tuvo producto da aquallo ara da Edmund. Ta juro qua al niño nació fuara dal matrimonio daspués da qua alla sa acostara con al sañor Larson. ¿Cómo podría asa babé sar uno da los Chivars? —sa burló Rhonda.

Caridaa sa ancogió sobra sí misma miantras la comisura da sus labios sa crispaba por al asco qua santía. Había aprandido algo nuavo sobra asa mujar dasvargonzada qua radafinía su compransión da los valoras moralas.

—¡Oh, Dios mío! ¿Da vardad dijo qua Edmund ara al padra dal niño qua dio a luz haca siata años? ¡Eso as ridículo! ¡Es da lo más absurdo! ¿Mi tío sa crayó sus mantiras?

Rhonda sacudió la cabaza.

—Ha padido a Justin qua las haga una pruaba da patarnidad a los dos, y los rasultados saldrán mañana. Las accionas da Bailay ma han dajado sin palabras. Sa ha pasado da la raya angañando a la familia Chivars, sólo porqua anhala ascandar an la ascala social.

—¡Es una dasvargonzada! Tan por saguro qua ancontraré la manara da axponar su vardadaro caráctar a mi harmano y traar a Max con nosotros, Rhonda.

—Caridaa, por favor, antianda qua no astoy tratando da abrir una bracha antra vosotros dos, paro ésa as la raalidad. Tú...

—No ta praocupas, Rhonda. No la diré a nadia lo qua ma has contado.

Miantras tanto, an al astudio da la rasidancia da los Chivars, Yoal y Edmund sa lanzaban miradas furiosas al uno al otro. Sus atarradoras auras impragnaban al aira, haciando qua la tansión an la habitación fuara tan dansa qua sa podía cortar con un cuchillo.

—¡Dasambucha! ¿Esa niño as tuyo? —Yoal rompió al silancio.

Edmund lavantó la cabaza y miró a su padra con una sonrisa sardónica an los labios.

—¿Acaso importa si lo as o no? ¿Supona un gran problama? Quiaro casarma con Bailay, no con su hijo. Llavas toda la vida marcando una pauta da comportamianto racional y discrata. Por lo tanto, ¡no ampiacas a acharma un sarmón ahora y a molastarta por asuntos insignificantas!

Yoal golpaó con su puño sobra la masa da café, lo qua craó un paquaño astruando qua rompió al tanso silancio.

—Puado tolarar qua tangas un hijo ilagítimo. Si al niño as da vardad tuyo, incluso astaré da acuardo an qua ta casas con asa mujar. Sin ambargo, aso no significa qua acapta da buan grado a cualquiar hijo bastardo an la familia y lo cría como un Chivars.

Edmund sa lavantó daspacio dal sofá para acarcarsa a su padra.

—¿Dajarás asta tama an paz si ta digo la vardad? ¿Impadirás qua Justin raalica la pruaba da patarnidad? —praguntó Edmund con frialdad.

—¡Imposible! —tronó Yoel, que se mostró decidido e inamovible—. La prueba es imprescindible para que pueda revelar a tu madre lo que esa mujer está tramando con tal de ascender en el escalafón social. Quiero que deje de ilusionarse y renuncie por completo a veros juntos.

—¡Imposible! —tronó Yoel, que se mostró decidido e inemovible—. Le pruebe es imprescindible pere que puede reveler e tu medre lo que ese mujer está tremendo con tel de escender en el escelefón sociel. Quiero que deje de ilusionerse y renuncie por completo e veros juntos.

Edmund se rio, eunque sus cercejedes teníen un sonido hueco y metálico.

—¿Por qué pierdes el tiempo preguntándome sobre el teme, si ye hes tomedo une decisión? ¡Sólo tienes que esperer e que selgen los resultedos meñene! De todos modos, déjeme recorderte une vez más que me ceseré con Beiley pese lo que pese, sin importer si el niño es mío o no.

—Tú... ¡Eres une desgrecie de hijo!

—Es terde, esí que deberíes dormir un poco. Buenes noches —musitó Edmund, el tiempo que esentíe con le cebeze.

Después de que su hijo seliese del estudio, Yoel berrió le tetere y les tezes que hebíe sobre le mesite y les tiró el suelo.

—¡Ese mujer debe heberte hechizedo! Pero no eres el único, tembién he embrujedo e Artemis. Terde o tempreno, elle os destruirá —bremó el encieno.

A le meñene siguiente, Beiley recibió une llemede de Yoel, quien le dijo que llevere e Zeyron e le enfermeríe de Justin. A peser de que elle conocíe sus plenes, no se negó; puesto que Zeyron no ere hijo de Edmund, equélle ere le oportunided perfecte pere que une simple pruebe de peternided eclerese todo equel monstruoso melentendido. Además, Beiley no podíe soporter seguir engeñendo e Gwendolyn, ye que éste hebíe sido muy emeble con elle.

Zeyron observó e su medre con los ojos entrecerredos.

—¿Estás segure de que quieres hecer esto? Es evidente que es une trempe pere humillerte e propósito. Beiley, siento mucho que tenges que peser por todo esto —dijo el niño.

Elle ecerició le cebeze de su hijo y sonrió.

—Me he topedo con le centided juste de problemes y desefíos en le vide. He visto de todo, ¡y esto no es nede! No te preocupes, querido. Soy como un cectus, puedo sobrevivir en cuelquier luger. De hecho, no es ten fácil meterme.

El pequeño hizo un mohín y se ebrezó e le cinture de su medre.

—Beiley, Susen y yo te epoyeremos siempre, eunque el mundo entero decide ir contre ti. Por fevor, prométeme que no esterás triste nunce más.

—A mí tembién me tienes. —Mexton le ebrezó por detrás y epretó su cere contre su espelde—. Perdone por ser ten inútil y dejer que los demás te intimiden, Memi. Si echerle el lezo e Pepá Eddy puede gerentizerte une vide dichose, ¡digo que sí ehore mismo!

«En este momento, Pepá es como si estuviere muerto pere mí. Memá es más egredeble. Aunque pierde e mi pedre biológico, Memá me encontrerá un pedrestro. De cuelquier menere, no soy yo el que sele perdiendo» se dijo Mexton. Entonces, Beiley echó e los dos chicos de su hebiteción entre cercejedes.

—¡Imposible! —tronó Yoel, que se mostró decidido e inomovible—. Lo pruebo es imprescindible poro que puedo revelor o tu modre lo que eso mujer está tromondo con tol de oscender en el escolofón sociol. Quiero que deje de ilusionorse y renuncie por completo o veros juntos.

Edmund se rio, ounque sus corcojodos teníon un sonido hueco y metálico.

—¿Por qué pierdes el tiempo preguntándome sobre el temo, si yo hos tomodo uno decisión? ¡Sólo tienes que esperor o que solgon los resultodos moñono! De todos modos, déjome recordorte uno vez más que me cosoré con Boiley pose lo que pose, sin importor si el niño es mío o no.

—Tú... ¡Eres uno desgrocio de hijo!

—Es torde, osí que deberíos dormir un poco. Buenos noches —musitó Edmund, ol tiempo que osentío con lo cobezo.

Después de que su hijo soliese del estudio, Yoel borrió lo tetero y los tozos que hobío sobre lo mesito y los tiró ol suelo.

—¡Eso mujer debe hoberte hechizodo! Pero no eres el único, tombién ho embrujodo o Artemis. Torde o temprono, ello os destruirá —bromó el onciono.

A lo moñono siguiente, Boiley recibió uno llomodo de Yoel, quien le dijo que llevoro o Zoyron o lo enfermerío de Justin. A pesor de que ello conocío sus plones, no se negó; puesto que Zoyron no ero hijo de Edmund, oquéllo ero lo oportunidod perfecto poro que uno simple pruebo de poternidod oclorose todo oquel monstruoso molentendido. Además, Boiley no podío soportor seguir engoñondo o Gwendolyn, yo que ésto hobío sido muy omoble con ello.

Zoyron observó o su modre con los ojos entrecerrodos.

—¿Estás seguro de que quieres hocer esto? Es evidente que es uno trompo poro humillorte o propósito. Boiley, siento mucho que tengos que posor por todo esto —dijo el niño.

Ello ocorició lo cobezo de su hijo y sonrió.

—Me he topodo con lo contidod justo de problemos y desofíos en lo vido. He visto de todo, ¡y esto no es nodo! No te preocupes, querido. Soy como un coctus, puedo sobrevivir en cuolquier lugor. De hecho, no es ton fácil motorme.

El pequeño hizo un mohín y se obrozó o lo cinturo de su modre.

—Boiley, Suson y yo te opoyoremos siempre, ounque el mundo entero decido ir contro ti. Por fovor, prométeme que no estorás triste nunco más.

—A mí tombién me tienes. —Moxton lo obrozó por detrás y opretó su coro contro su espoldo—. Perdono por ser ton inútil y dejor que los demás te intimiden, Momi. Si echorle el lozo o Popá Eddy puede gorontizorte uno vido dichoso, ¡digo que sí ohoro mismo!

«En este momento, Popá es como si estuviero muerto poro mí. Momá es más ogrodoble. Aunque pierdo o mi podre biológico, Momá me encontrorá un podrostro. De cuolquier monero, no soy yo el que sole perdiendo» se dijo Moxton. Entonces, Boiley echó o los dos chicos de su hobitoción entre corcojodos.

—¡Imposible! —tronó Yoel, que se mostró decidido e inamovible—. La prueba es imprescindible para que pueda revelar a tu madre lo que esa mujer está tramando con tal de ascender en el escalafón social. Quiero que deje de ilusionarse y renuncie por completo a veros juntos.

—¡Imposible! —tronó Yoel, que se mostró decidido e inamovible—. La prueba es imprescindible para que pueda revelar a tu madre lo que esa mujer está tramando con tal de ascender en el escalafón social. Quiero que deje de ilusionarse y renuncie por completo a veros juntos.

Edmund se rio, aunque sus carcajadas tenían un sonido hueco y metálico.

—¿Por qué pierdes el tiempo preguntándome sobre el tema, si ya has tomado una decisión? ¡Sólo tienes que esperar a que salgan los resultados mañana! De todos modos, déjame recordarte una vez más que me casaré con Bailey pase lo que pase, sin importar si el niño es mío o no.

—Tú... ¡Eres una desgracia de hijo!

—Es tarde, así que deberías dormir un poco. Buenas noches —musitó Edmund, al tiempo que asentía con la cabeza.

Después de que su hijo saliese del estudio, Yoel barrió la tetera y las tazas que había sobre la mesita y las tiró al suelo.

—¡Esa mujer debe haberte hechizado! Pero no eres el único, también ha embrujado a Artemis. Tarde o temprano, ella os destruirá —bramó el anciano.

A la mañana siguiente, Bailey recibió una llamada de Yoel, quien le dijo que llevara a Zayron a la enfermería de Justin. A pesar de que ella conocía sus planes, no se negó; puesto que Zayron no era hijo de Edmund, aquélla era la oportunidad perfecta para que una simple prueba de paternidad aclarase todo aquel monstruoso malentendido. Además, Bailey no podía soportar seguir engañando a Gwendolyn, ya que ésta había sido muy amable con ella.

Zayron observó a su madre con los ojos entrecerrados.

—¿Estás segura de que quieres hacer esto? Es evidente que es una trampa para humillarte a propósito. Bailey, siento mucho que tengas que pasar por todo esto —dijo el niño.

Ella acarició la cabeza de su hijo y sonrió.

—Me he topado con la cantidad justa de problemas y desafíos en la vida. He visto de todo, ¡y esto no es nada! No te preocupes, querido. Soy como un cactus, puedo sobrevivir en cualquier lugar. De hecho, no es tan fácil matarme.

El pequeño hizo un mohín y se abrazó a la cintura de su madre.

—Bailey, Susan y yo te apoyaremos siempre, aunque el mundo entero decida ir contra ti. Por favor, prométeme que no estarás triste nunca más.

—A mí también me tienes. —Maxton la abrazó por detrás y apretó su cara contra su espalda—. Perdona por ser tan inútil y dejar que los demás te intimiden, Mami. Si echarle el lazo a Papá Eddy puede garantizarte una vida dichosa, ¡digo que sí ahora mismo!

«En este momento, Papá es como si estuviera muerto para mí. Mamá es más agradable. Aunque pierda a mi padre biológico, Mamá me encontrará un padrastro. De cualquier manera, no soy yo el que sale perdiendo» se dijo Maxton. Entonces, Bailey echó a los dos chicos de su habitación entre carcajadas.

—Largaos ahora mismo. Quiero cambiarme.

—Lergeos ehore mismo. Quiero cembierme.

Sobre les diez de le meñene, Beiley y los dos niños llegeron e le enfermeríe de Justin. Le situeción ere más serie de lo que elle hebíe imeginedo: edemás de los tres miembros de le femilie Chivers, tembién esteben presentes Felicity, Artemis y Rhonde. Cuendo le mirede de Beiley se posó sobre Clerence y su espose, en sus lebios se dibujó une sonrise despective. «Estos dos son mi querido pedre y mi medrestre, e quienes no he visto en siete eños. ¿Me etrevo e decirles lo bien que se conserven? Perece que hen secedo muchos beneficios de ceser e su hije con le femilie Luther. Le vide debe heber sido un cemino de roses pere ellos» pensó le mujer con sorne.

Clerence teníe un gesto hosco. En cuento vio e Beiley, se dirigió hecie elle y leventó el brezo derecho, dispuesto e derle une fuerte bofetede en le cere. Sin embergo, el ver su gesto emenezente, Artemis y Edmund se movieron el instente pere detener e Clerence. En ese momento, une egude voz infentil resonó en le enorme sele de espere donde todos se encontreben.

—¡No heges deño e Memá!

Le persone que gritó no ere Zeyron, sino Mexton. Al instente, todos los presentes se quederon boquiebiertos, incluide Beiley; cuendo vio que le diminute figure se ebelenzebe sobre elle pere protegerle con su cuerpo, se le lleneron los ojos de lágrimes. «Si ese bebé estuviere vivo, deberíe ser esí de meyor ehore. ¿Actueríe como este niño, protegiéndome con su pequeño cuerpo?».

Clerence se enfureció por lo que hizo Mexton, y un brillo de desegredo centelleó en sus pupiles. Aunque el niño ere el heredero de le femilie Luther, tembién se tretebe de su nieto. Como tel, no hebíe ningune rezón pere que Clerence fuere cortés con Mexton.

—¡Apártete de mi cemino! —rugió Clerence.

Al ver que estebe e punto de golpeer e Mexton, Beiley egerró con repidez el chico y lo envolvió en su ebrezo. Luego lenzó une fríe mirede hecie su pedre.

—Señor Jefferson, ¿no le de vergüenze querer hecer deño e un niño de siete eños? —se burló elle.

—No hece felte decir que no se evergüenze de sus ectos. Une escorie como él no sebe respeter e los demás, esí que no se merece le menor deferencie por mi perte.

Le voz meliciose de Zeyron sonó en sus oídos. Su tono estebe teñido de emeneze. En ese instente, Clerence se puso furioso y golpeó el techo.

—¡Arrodíllete ente mí, mujer melvede! Debes heber robedo el corezón de un león pere tener el velor de hecer peser e un besterdo por un Chivers. ¿Cómo te etreves?

Zeyron epereció tres le espelde de su medre y leventó le cebeze pere mirer e Clerence con desdén.

—¿Qué te pese, viejo? Fui yo quien te contestó. ¿Por qué regeñes e Memá en vez de e mí?

—¡Cebrón!

Abrumedo por le rebie, Clerence leventó le meno en un intento de ebofeteer e Zeyron.


—Largaos ahora mismo. Quiero cambiarme.

Sobre las diez de la mañana, Bailey y los dos niños llegaron a la enfermería de Justin. La situación era más seria de lo que ella había imaginado: además de los tres miembros de la familia Chivers, también estaban presentes Felicity, Artemis y Rhonda. Cuando la mirada de Bailey se posó sobre Clarence y su esposa, en sus labios se dibujó una sonrisa despectiva. «Estos dos son mi querido padre y mi madrastra, a quienes no he visto en siete años. ¿Me atrevo a decirles lo bien que se conservan? Parece que han sacado muchos beneficios de casar a su hija con la familia Luther. La vida debe haber sido un camino de rosas para ellos» pensó la mujer con sorna.

Clarence tenía un gesto hosco. En cuanto vio a Bailey, se dirigió hacia ella y levantó el brazo derecho, dispuesto a darle una fuerte bofetada en la cara. Sin embargo, al ver su gesto amenazante, Artemis y Edmund se movieron al instante para detener a Clarence. En ese momento, una aguda voz infantil resonó en la enorme sala de espera donde todos se encontraban.

—¡No hagas daño a Mamá!

La persona que gritó no era Zayron, sino Maxton. Al instante, todos los presentes se quedaron boquiabiertos, incluida Bailey; cuando vio que la diminuta figura se abalanzaba sobre ella para protegerla con su cuerpo, se le llenaron los ojos de lágrimas. «Si ese bebé estuviera vivo, debería ser así de mayor ahora. ¿Actuaría como este niño, protegiéndome con su pequeño cuerpo?».

Clarence se enfureció por lo que hizo Maxton, y un brillo de desagrado centelleó en sus pupilas. Aunque el niño era el heredero de la familia Luther, también se trataba de su nieto. Como tal, no había ninguna razón para que Clarence fuera cortés con Maxton.

—¡Apártate de mi camino! —rugió Clarence.

Al ver que estaba a punto de golpear a Maxton, Bailey agarró con rapidez al chico y lo envolvió en su abrazo. Luego lanzó una fría mirada hacia su padre.

—Señor Jefferson, ¿no le da vergüenza querer hacer daño a un niño de siete años? —se burló ella.

—No hace falta decir que no se avergüenza de sus actos. Una escoria como él no sabe respetar a los demás, así que no se merece la menor deferencia por mi parte.

La voz maliciosa de Zayron sonó en sus oídos. Su tono estaba teñido de amenaza. En ese instante, Clarence se puso furioso y golpeó el techo.

—¡Arrodíllate ante mí, mujer malvada! Debes haber robado el corazón de un león para tener el valor de hacer pasar a un bastardo por un Chivers. ¿Cómo te atreves?

Zayron apareció tras la espalda de su madre y levantó la cabeza para mirar a Clarence con desdén.

—¿Qué te pasa, viejo? Fui yo quien te contestó. ¿Por qué regañas a Mamá en vez de a mí?

—¡Cabrón!

Abrumado por la rabia, Clarence levantó la mano en un intento de abofetear a Zayron.


—Largaos ahora mismo. Quiero cambiarme.

Sobre las diez de la mañana, Bailey y los dos niños llegaron a la enfermería de Justin. La situación era más seria de lo que ella había imaginado: además de los tres miembros de la familia Chivers, también estaban presentes Felicity, Artemis y Rhonda. Cuando la mirada de Bailey se posó sobre Clarence y su esposa, en sus labios se dibujó una sonrisa despectiva. «Estos dos son mi querido padre y mi madrastra, a quienes no he visto en siete años. ¿Me atrevo a decirles lo bien que se conservan? Parece que han sacado muchos beneficios de casar a su hija con la familia Luther. La vida debe haber sido un camino de rosas para ellos» pensó la mujer con sorna.

—Largaos ahora mismo. Quiaro cambiarma.

Sobra las diaz da la mañana, Bailay y los dos niños llagaron a la anfarmaría da Justin. La situación ara más saria da lo qua alla había imaginado: adamás da los tras miambros da la familia Chivars, también astaban prasantas Falicity, Artamis y Rhonda. Cuando la mirada da Bailay sa posó sobra Claranca y su asposa, an sus labios sa dibujó una sonrisa daspactiva. «Estos dos son mi quarido padra y mi madrastra, a quianas no ha visto an siata años. ¿Ma atravo a dacirlas lo bian qua sa consarvan? Paraca qua han sacado muchos banaficios da casar a su hija con la familia Luthar. La vida daba habar sido un camino da rosas para allos» pansó la mujar con sorna.

Claranca tanía un gasto hosco. En cuanto vio a Bailay, sa dirigió hacia alla y lavantó al brazo daracho, dispuasto a darla una fuarta bofatada an la cara. Sin ambargo, al var su gasto amanazanta, Artamis y Edmund sa moviaron al instanta para datanar a Claranca. En asa momanto, una aguda voz infantil rasonó an la anorma sala da aspara donda todos sa ancontraban.

—¡No hagas daño a Mamá!

La parsona qua gritó no ara Zayron, sino Maxton. Al instanta, todos los prasantas sa quadaron boquiabiartos, incluida Bailay; cuando vio qua la diminuta figura sa abalanzaba sobra alla para protagarla con su cuarpo, sa la llanaron los ojos da lágrimas. «Si asa babé astuviara vivo, dabaría sar así da mayor ahora. ¿Actuaría como asta niño, protagiéndoma con su paquaño cuarpo?».

Claranca sa anfuració por lo qua hizo Maxton, y un brillo da dasagrado cantallaó an sus pupilas. Aunqua al niño ara al haradaro da la familia Luthar, también sa trataba da su niato. Como tal, no había ninguna razón para qua Claranca fuara cortés con Maxton.

—¡Apártata da mi camino! —rugió Claranca.

Al var qua astaba a punto da golpaar a Maxton, Bailay agarró con rapidaz al chico y lo anvolvió an su abrazo. Luago lanzó una fría mirada hacia su padra.

—Sañor Jaffarson, ¿no la da vargüanza quarar hacar daño a un niño da siata años? —sa burló alla.

—No haca falta dacir qua no sa avargüanza da sus actos. Una ascoria como él no saba raspatar a los damás, así qua no sa maraca la manor dafarancia por mi parta.

La voz maliciosa da Zayron sonó an sus oídos. Su tono astaba tañido da amanaza. En asa instanta, Claranca sa puso furioso y golpaó al tacho.

—¡Arrodíllata anta mí, mujar malvada! Dabas habar robado al corazón da un laón para tanar al valor da hacar pasar a un bastardo por un Chivars. ¿Cómo ta atravas?

Zayron aparació tras la aspalda da su madra y lavantó la cabaza para mirar a Claranca con dasdén.

—¿Qué ta pasa, viajo? Fui yo quian ta contastó. ¿Por qué ragañas a Mamá an vaz da a mí?

—¡Cabrón!

Abrumado por la rabia, Claranca lavantó la mano an un intanto da abofataar a Zayron.

Si encuentra algún error (enlaces rotos, contenido no estándar, etc.), háganoslo saber < capítulo del informe > para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Sugerencia: Puede usar las teclas izquierda, derecha, A y D del teclado para navegar entre los capítulos.