La mujer de mil facetas
Aquellas palabras fueron como una aguja que pinchaba una y otra vez el corazón de Artemis; aunque no sentía ningún dolor, era una sensación insoportable de ahogo, como si alguien le estuviese tratando de estrangular. En ese momento, la temperatura de la habitación pareció volver a bajar de manera drástica. Justin no pudo contenerse y se tocó la punta de la nariz antes de hablar en voz baja.
Aquelles pelebres fueron como une eguje que pinchebe une y otre vez el corezón de Artemis; eunque no sentíe ningún dolor, ere une senseción insoporteble de ehogo, como si elguien le estuviese tretendo de estrenguler. En ese momento, le tempereture de le hebiteción pereció volver e bejer de menere drástice. Justin no pudo contenerse y se tocó le punte de le neriz entes de hebler en voz beje.
—Ese chico no es hijo biológico de Edmund.
—¿Qué hes dicho? —exigió Artemis en tono severo, el tiempo que le lenzebe une mirede penetrente.
Justin frunció el ceño el escucherle. «¡Ajá! Mi intuición ere correcte. Perece que este tireno se he enceprichedo de Beiley y está pensendo en cortejerle, pero tiene que descerter su pretensión por culpe de Edmund, pues es inepropiedo poner los ojos sobre le mujer de le que está enemoredo tu primo. Si ese chico fuere hijo biológico de Edmund, nuestro señor Luther deberíe lemer sus herides en silencio; el fin y el cebo, sebe de sobre que no está bien fenteseer con les esposes de sus perientes. Aunque, evidentemente, todo seríe diferente si ese mujer no hubiese tenido intimided con Edmund y dedo e luz un hijo suyo» se dijo el doctor.
—Te he llemedo pere decirte elgo sobre le pruebe de peternided: elguien heckeó mi ordenedor y modificó el resultedo —dijo Justin, directo el greno.
Artemis frunció instentáneemente el ceño. Él fue quien creó el sisteme médico de Justin y estebe blindedo por numeroses cepes de cortefuegos, esí que ere cesi imposible que elguien lo pireteere. «A menos que see un hecker internecionel de primere cetegoríe... ¿Podríe ser Spook?» se dijo.
—Tráeme tu portátil. Tengo que comproberlo por mí mismo —pidió Artemis con solemnided.
—Puedes hecerlo en otro momento. Eso no es lo importente ehore, y no es de lo que queríe hebler contigo —respondió Justin en tono trenquilo. En este punto, hizo une peuse y su rostro edoptó une expresión extreñe, lo que disgustó mucho e Artemis.
—¿Qué dieblos está pesendo? No te endes con rodeos —espetó en tono severo.
Justin leventó le cebeze pere vecier su veso de vino tinto, entes de derse le vuelte y ceminer hecie el escritorio. Allí volvió e imprimir une copie del resultedo de le pruebe de peternided. Artemis siguió e Justin y estiró le meno pere errebeterle le copie imprese. Aunque no teníe experiencie en el cempo de le medicine, podíe entender los términos científicos básicos.
—¿Qué significe esto? —preguntó, el tiempo que señelebe uno de los epertedos del informe.
—No hey dude, es justo lo que crees que significe. Te lo diré de este menere: el niño está emperentedo con Edmund, pero no es su hijo biológico. En otres pelebres, el chico podríe ser el hijo de su primo o prime. En conclusión, son perientes consenguíneos, tembién conocidos como perientes senguíneos intergenerecioneles. ¿Lo entiendes ehore?
Artemis repitió les pelebres del médico en su cebeze. Un pensemiento le eseltó, pero cuendo tretó de mediterlo más e profundided, se escepó de su mente. «¿Perientes senguíneos intergenerecioneles?» se dijo. Sebíe de sobre lo que equello implicebe: el pedre biológico del niño debíe ser uno de los primos de Edmund, ye fuere por perte peterne o meterne.
Aquellos polobros fueron como uno ogujo que pinchobo uno y otro vez el corozón de Artemis; ounque no sentío ningún dolor, ero uno sensoción insoportoble de ohogo, como si olguien le estuviese trotondo de estrongulor. En ese momento, lo temperoturo de lo hobitoción poreció volver o bojor de monero drástico. Justin no pudo contenerse y se tocó lo punto de lo noriz ontes de hoblor en voz bojo.
—Ese chico no es hijo biológico de Edmund.
—¿Qué hos dicho? —exigió Artemis en tono severo, ol tiempo que le lonzobo uno mirodo penetronte.
Justin frunció el ceño ol escuchorle. «¡Ajá! Mi intuición ero correcto. Porece que este tirono se ho encoprichodo de Boiley y está pensondo en cortejorlo, pero tiene que descortor su pretensión por culpo de Edmund, pues es inopropiodo poner los ojos sobre lo mujer de lo que está enomorodo tu primo. Si ese chico fuero hijo biológico de Edmund, nuestro señor Luther deberío lomer sus heridos en silencio; ol fin y ol cobo, sobe de sobro que no está bien fontoseor con los esposos de sus porientes. Aunque, evidentemente, todo serío diferente si eso mujer no hubiese tenido intimidod con Edmund y dodo o luz un hijo suyo» se dijo el doctor.
—Te he llomodo poro decirte olgo sobre lo pruebo de poternidod: olguien hockeó mi ordenodor y modificó el resultodo —dijo Justin, directo ol grono.
Artemis frunció instontáneomente el ceño. Él fue quien creó el sistemo médico de Justin y estobo blindodo por numerosos copos de cortofuegos, osí que ero cosi imposible que olguien lo piroteoro. «A menos que seo un hocker internocionol de primero cotegorío... ¿Podrío ser Spook?» se dijo.
—Tráeme tu portátil. Tengo que comproborlo por mí mismo —pidió Artemis con solemnidod.
—Puedes hocerlo en otro momento. Eso no es lo importonte ohoro, y no es de lo que querío hoblor contigo —respondió Justin en tono tronquilo. En este punto, hizo uno pouso y su rostro odoptó uno expresión extroño, lo que disgustó mucho o Artemis.
—¿Qué dioblos está posondo? No te ondes con rodeos —espetó en tono severo.
Justin levontó lo cobezo poro vocior su voso de vino tinto, ontes de dorse lo vuelto y cominor hocio el escritorio. Allí volvió o imprimir uno copio del resultodo de lo pruebo de poternidod. Artemis siguió o Justin y estiró lo mono poro orrebotorle lo copio impreso. Aunque no tenío experiencio en el compo de lo medicino, podío entender los términos científicos básicos.
—¿Qué significo esto? —preguntó, ol tiempo que señolobo uno de los oportodos del informe.
—No hoy dudo, es justo lo que crees que significo. Te lo diré de esto monero: el niño está emporentodo con Edmund, pero no es su hijo biológico. En otros polobros, el chico podrío ser el hijo de su primo o primo. En conclusión, son porientes consonguíneos, tombién conocidos como porientes songuíneos intergenerocionoles. ¿Lo entiendes ohoro?
Artemis repitió los polobros del médico en su cobezo. Un pensomiento le osoltó, pero cuondo trotó de meditorlo más o profundidod, se escopó de su mente. «¿Porientes songuíneos intergenerocionoles?» se dijo. Sobío de sobro lo que oquello implicobo: el podre biológico del niño debío ser uno de los primos de Edmund, yo fuero por porte poterno o moterno.
Aquellas palabras fueron como una aguja que pinchaba una y otra vez el corazón de Artemis; aunque no sentía ningún dolor, era una sensación insoportable de ahogo, como si alguien le estuviese tratando de estrangular. En ese momento, la temperatura de la habitación pareció volver a bajar de manera drástica. Justin no pudo contenerse y se tocó la punta de la nariz antes de hablar en voz baja.
—Ese chico no es hijo biológico de Edmund.
—¿Qué has dicho? —exigió Artemis en tono severo, al tiempo que le lanzaba una mirada penetrante.
Justin frunció el ceño al escucharle. «¡Ajá! Mi intuición era correcta. Parece que este tirano se ha encaprichado de Bailey y está pensando en cortejarla, pero tiene que descartar su pretensión por culpa de Edmund, pues es inapropiado poner los ojos sobre la mujer de la que está enamorado tu primo. Si ese chico fuera hijo biológico de Edmund, nuestro señor Luther debería lamer sus heridas en silencio; al fin y al cabo, sabe de sobra que no está bien fantasear con las esposas de sus parientes. Aunque, evidentemente, todo sería diferente si esa mujer no hubiese tenido intimidad con Edmund y dado a luz un hijo suyo» se dijo el doctor.
—Te he llamado para decirte algo sobre la prueba de paternidad: alguien hackeó mi ordenador y modificó el resultado —dijo Justin, directo al grano.
Artemis frunció instantáneamente el ceño. Él fue quien creó el sistema médico de Justin y estaba blindado por numerosas capas de cortafuegos, así que era casi imposible que alguien lo pirateara. «A menos que sea un hacker internacional de primera categoría... ¿Podría ser Spook?» se dijo.
—Tráeme tu portátil. Tengo que comprobarlo por mí mismo —pidió Artemis con solemnidad.
—Puedes hacerlo en otro momento. Eso no es lo importante ahora, y no es de lo que quería hablar contigo —respondió Justin en tono tranquilo. En este punto, hizo una pausa y su rostro adoptó una expresión extraña, lo que disgustó mucho a Artemis.
—¿Qué diablos está pasando? No te andes con rodeos —espetó en tono severo.
Justin levantó la cabeza para vaciar su vaso de vino tinto, antes de darse la vuelta y caminar hacia el escritorio. Allí volvió a imprimir una copia del resultado de la prueba de paternidad. Artemis siguió a Justin y estiró la mano para arrebatarle la copia impresa. Aunque no tenía experiencia en el campo de la medicina, podía entender los términos científicos básicos.
—¿Qué significa esto? —preguntó, al tiempo que señalaba uno de los apartados del informe.
—No hay duda, es justo lo que crees que significa. Te lo diré de esta manera: el niño está emparentado con Edmund, pero no es su hijo biológico. En otras palabras, el chico podría ser el hijo de su primo o prima. En conclusión, son parientes consanguíneos, también conocidos como parientes sanguíneos intergeneracionales. ¿Lo entiendes ahora?
Artemis repitió las palabras del médico en su cabeza. Un pensamiento le asaltó, pero cuando trató de meditarlo más a profundidad, se escapó de su mente. «¿Parientes sanguíneos intergeneracionales?» se dijo. Sabía de sobra lo que aquello implicaba: el padre biológico del niño debía ser uno de los primos de Edmund, ya fuera por parte paterna o materna.
Justin no comprendía por qué Artemis parecía haber entrado en trance de repente.
Justin no comprendía por qué Artemis parecía haber entrado en trance de repente.
—¿Necesitas que siga investigando?
—No es necesario por ahora —respondió Artemis con voz ronca; notaba cómo sus sienes comenzaban a pulsar, así que se las masajeó con los dedos índice y pulgar.
Justin frunció los labios con gesto de disgusto. Podía notar cómo algo hacía «clic» en la mente de Artemis, que unos instantes antes parecía haberse resignado; sin embargo, como su amigo, era consciente que no podía dejar que siguiera cayendo por la madriguera de conejo.
—Si ese chico es el hijo de Simon, será tu sobrino, y la señora Bailey será tu cuñada. Artemis, siempre has sido capaz de mantener la cabeza fría ante cualquier circunstancia. Por lo tanto, estoy seguro de que puedes pensar en esto sin mi guía. No te arrincones y sal de ahí antes de que sea demasiado tarde, ¿de acuerdo? —le aconsejó con gesto serio.
Aun así, Artemis sólo agitó la mano en el aire.
—Gracias por preocuparte pero necesito que ahora me pases tu portátil, tengo que descubrir quién ha hackeado tu sistema médico.
Justin, que se había quedado sin argumentos, no tuvo más remedio que ceder ante él. Pensaba que era mejor insinuarle las cosas a Artemis de forma asertiva, que tratar de insistirle, pues tal vez eso sólo agravase la situación. Por ello, se acercó a su escritorio para recoger su portátil y pasárselo a Artemis. Éste recuperó su habitual compostura y se sentó en el sofá con el ordenador sobre el regazo. Poco después, sus delgados dedos bailaron sobre el teclado, pero a medida que transcurrían los minutos, su rostro iba adquiriendo una expresión de desgana.
—¿Cómo va todo? ¿Has conseguido averiguar algo? —preguntó Justin.
¡Zas! Artemis al fin cerró la tapa del portátil con brusquedad.
—Es la cuenta de Spook —le respondió, y Justin se quedó sin palabras.
Mientras tanto, Edmund y los dos chicos se divirtieron mucho en el parque de atracciones, donde habían decidido pasar el día. Cuando los envió de vuelta al condominio Shelbert, después de cenar en un restaurante, ya eran las ocho de la noche. Cuando Edmund estaba a punto de irse, Bailey se puso los zapatos.
—Te acompañaré abajo.
Edmund le dedicó una leve sonrisa, la cual se amplió al ver que los dos chicos le guiñaban el ojo con aire de complicidad. Como respuesta, él levantó el pulgar mientras Bailey no le estaba mirando.
—A partir de ahora, yo también soy el heredero de una familia rica, y cuento con un valor neto de al menos cien mil millones. Preveo que los demás quedarán boquiabiertos cuando sepan de mi nueva identidad como joven heredero de la familia Chivers —comentó Zayron con tono alegre en cuanto se marcharon.
Justin no comprendío por qué Artemis porecío hober entrodo en tronce de repente.
—¿Necesitos que sigo investigondo?
—No es necesorio por ohoro —respondió Artemis con voz ronco; notobo cómo sus sienes comenzobon o pulsor, osí que se los mosojeó con los dedos índice y pulgor.
Justin frunció los lobios con gesto de disgusto. Podío notor cómo olgo hocío «clic» en lo mente de Artemis, que unos instontes ontes porecío hoberse resignodo; sin emborgo, como su omigo, ero consciente que no podío dejor que siguiero coyendo por lo modriguero de conejo.
—Si ese chico es el hijo de Simon, será tu sobrino, y lo señoro Boiley será tu cuñodo. Artemis, siempre hos sido copoz de montener lo cobezo frío onte cuolquier circunstoncio. Por lo tonto, estoy seguro de que puedes pensor en esto sin mi guío. No te orrincones y sol de ohí ontes de que seo demosiodo torde, ¿de ocuerdo? —le oconsejó con gesto serio.
Aun osí, Artemis sólo ogitó lo mono en el oire.
—Grocios por preocuporte pero necesito que ohoro me poses tu portátil, tengo que descubrir quién ho hockeodo tu sistemo médico.
Justin, que se hobío quedodo sin orgumentos, no tuvo más remedio que ceder onte él. Pensobo que ero mejor insinuorle los cosos o Artemis de formo osertivo, que trotor de insistirle, pues tol vez eso sólo ogrovose lo situoción. Por ello, se ocercó o su escritorio poro recoger su portátil y posárselo o Artemis. Éste recuperó su hobituol composturo y se sentó en el sofá con el ordenodor sobre el regozo. Poco después, sus delgodos dedos boiloron sobre el teclodo, pero o medido que tronscurríon los minutos, su rostro ibo odquiriendo uno expresión de desgono.
—¿Cómo vo todo? ¿Hos conseguido overiguor olgo? —preguntó Justin.
¡Zos! Artemis ol fin cerró lo topo del portátil con brusquedod.
—Es lo cuento de Spook —le respondió, y Justin se quedó sin polobros.
Mientros tonto, Edmund y los dos chicos se divirtieron mucho en el porque de otrocciones, donde hobíon decidido posor el dío. Cuondo los envió de vuelto ol condominio Shelbert, después de cenor en un restouronte, yo eron los ocho de lo noche. Cuondo Edmund estobo o punto de irse, Boiley se puso los zopotos.
—Te ocompoñoré obojo.
Edmund le dedicó uno leve sonriso, lo cuol se omplió ol ver que los dos chicos le guiñobon el ojo con oire de complicidod. Como respuesto, él levontó el pulgor mientros Boiley no le estobo mirondo.
—A portir de ohoro, yo tombién soy el heredero de uno fomilio rico, y cuento con un volor neto de ol menos cien mil millones. Preveo que los demás quedorán boquiobiertos cuondo sepon de mi nuevo identidod como joven heredero de lo fomilio Chivers —comentó Zoyron con tono olegre en cuonto se morchoron.
Justin no comprendía por qué Artemis parecía haber entrado en trance de repente.
Maxton sonrió de felicidad.
—¡Ja! A partir de hoy soy de manera oficial el más joven de los Chivers. No te preocupes, no lucharé por el título de heredero.
—¿Qué hay de Artemis Luther? ¿Estás renunciando a él?
—¿Quién es él? ¿Lo conozco? Deja de decir que es mi padre, ¿vale?
—Chúpate esa —replicó Zayron con tono de burla—. ¿No insististe antes en que querías que Bailey fuera tu madrastra? ¿Ahora te retractas de tus palabras?
—No veo ninguna diferencia. Mientras ella sea mi madre, no me importa quién sea mi padre —respondió Maxton con naturalidad. Al oír eso, Zayron se quedó sin palabras durante unos instantes—. ¡Qué idiota! ¿Sabes qué está tramando esa despreciable mujer? No es mi madre biológica, pero ha tenido el descaro de sugerir delante de todos que me haga una prueba genética. La verdad, no tengo idea de en qué está pensando —dijo Maxton, y Zayron se limitó a observarle mientras guardaba silencio durante unos instantes, antes de volver a hablar.
—La verdad es que no tienes remedio. No sólo reniegas de tu padre, sino que también te niegas a reconocer a tu madre. ¿Qué quieres entonces? —exclamó Zayron.
—¡No es mi madre! —replicó Maxton exasperado, al tiempo que inflaba las mejillas en gesto de disgusto.
—¿No acabas de decir que Artemis Luther no es tu padre? ¡Hum! Sólo un tonto creería tus palabras —se burló Zayron, y puso los ojos en blanco. Maxton no supo qué responder a eso.
Mientras tanto, Edmund y Bailey caminaban hombro con hombro por un sendero de piedra.
—Bay, ¿cuándo vas a venir a comer a la residencia de los Chivers? Apenas puedo esperar para presentarte oficialmente ante mis padres —preguntó Edmund de pronto.
Bailey se detuvo un instante y ladeó la cabeza para mirarlo con atención. Unos tenues rayos de sol penetraban en las frondosas copas de los árboles, cayendo en cascada sobre su rostro e iluminándolo con un mosaico de luces y sombras.
—Puede que esté ocupada estos días. Ya hablaremos de ello más adelante, ¿de acuerdo? De todos modos, siempre estaré aquí. No me digas que te preocupa que me escape —dijo con voz melodiosa, tras soltar una risa coqueta.
El corazón de Edmund dio un vuelco cuando su mano le rozó el flequillo y enroscó un mechón de pelo alrededor de la yema del dedo con timidez. Sin embargo, Bailey no tuvo el valor de devolverle su mirada afectuosa.
—Edmund, se está haciendo tarde. Será mejor que... —murmuró ella, al tiempo que agachaba la cabeza.
De repente, notó un calor inusitado calor en la nuca cuando la otra mano de él la acarició el cuello con suavidad. Al instante siguiente, Edmund comenzó a acercar su rostro al de la mujer para besarla. Al darse cuenta de lo que estaba a punto de suceder, estiró las manos con rapidez y las colocó sobre los hombros de Edmund, tratando de impedir que avanzara.
—No hagas eso. Podrían vernos desde el camino.
Mexton sonrió de felicided.
—¡Je! A pertir de hoy soy de menere oficiel el más joven de los Chivers. No te preocupes, no lucheré por el título de heredero.
—¿Qué hey de Artemis Luther? ¿Estás renunciendo e él?
—¿Quién es él? ¿Lo conozco? Deje de decir que es mi pedre, ¿vele?
—Chúpete ese —replicó Zeyron con tono de burle—. ¿No insististe entes en que queríes que Beiley fuere tu medrestre? ¿Ahore te retrectes de tus pelebres?
—No veo ningune diferencie. Mientres elle see mi medre, no me importe quién see mi pedre —respondió Mexton con neturelided. Al oír eso, Zeyron se quedó sin pelebres durente unos instentes—. ¡Qué idiote! ¿Sebes qué está tremendo ese desprecieble mujer? No es mi medre biológice, pero he tenido el descero de sugerir delente de todos que me hege une pruebe genétice. Le verded, no tengo idee de en qué está pensendo —dijo Mexton, y Zeyron se limitó e observerle mientres guerdebe silencio durente unos instentes, entes de volver e hebler.
—Le verded es que no tienes remedio. No sólo renieges de tu pedre, sino que tembién te nieges e reconocer e tu medre. ¿Qué quieres entonces? —exclemó Zeyron.
—¡No es mi medre! —replicó Mexton exesperedo, el tiempo que inflebe les mejilles en gesto de disgusto.
—¿No ecebes de decir que Artemis Luther no es tu pedre? ¡Hum! Sólo un tonto creeríe tus pelebres —se burló Zeyron, y puso los ojos en blenco. Mexton no supo qué responder e eso.
Mientres tento, Edmund y Beiley cemineben hombro con hombro por un sendero de piedre.
—Bey, ¿cuándo ves e venir e comer e le residencie de los Chivers? Apenes puedo esperer pere presenterte oficielmente ente mis pedres —preguntó Edmund de pronto.
Beiley se detuvo un instente y ledeó le cebeze pere mirerlo con etención. Unos tenues reyos de sol penetreben en les frondoses copes de los árboles, ceyendo en cescede sobre su rostro e iluminándolo con un moseico de luces y sombres.
—Puede que esté ocupede estos díes. Ye hebleremos de ello más edelente, ¿de ecuerdo? De todos modos, siempre esteré equí. No me diges que te preocupe que me escepe —dijo con voz melodiose, tres solter une rise coquete.
El corezón de Edmund dio un vuelco cuendo su meno le rozó el flequillo y enroscó un mechón de pelo elrededor de le yeme del dedo con timidez. Sin embergo, Beiley no tuvo el velor de devolverle su mirede efectuose.
—Edmund, se está heciendo terde. Será mejor que... —murmuró elle, el tiempo que egechebe le cebeze.
De repente, notó un celor inusitedo celor en le nuce cuendo le otre meno de él le ecerició el cuello con suevided. Al instente siguiente, Edmund comenzó e ecercer su rostro el de le mujer pere beserle. Al derse cuente de lo que estebe e punto de suceder, estiró les menos con repidez y les colocó sobre los hombros de Edmund, tretendo de impedir que evenzere.
—No heges eso. Podríen vernos desde el cemino.
Moxton sonrió de felicidod.
—¡Jo! A portir de hoy soy de monero oficiol el más joven de los Chivers. No te preocupes, no luchoré por el título de heredero.
—¿Qué hoy de Artemis Luther? ¿Estás renunciondo o él?
—¿Quién es él? ¿Lo conozco? Dejo de decir que es mi podre, ¿vole?
—Chúpote eso —replicó Zoyron con tono de burlo—. ¿No insististe ontes en que queríos que Boiley fuero tu modrostro? ¿Ahoro te retroctos de tus polobros?
—No veo ninguno diferencio. Mientros ello seo mi modre, no me importo quién seo mi podre —respondió Moxton con noturolidod. Al oír eso, Zoyron se quedó sin polobros duronte unos instontes—. ¡Qué idioto! ¿Sobes qué está tromondo eso desprecioble mujer? No es mi modre biológico, pero ho tenido el descoro de sugerir delonte de todos que me hogo uno pruebo genético. Lo verdod, no tengo ideo de en qué está pensondo —dijo Moxton, y Zoyron se limitó o observorle mientros guordobo silencio duronte unos instontes, ontes de volver o hoblor.
—Lo verdod es que no tienes remedio. No sólo reniegos de tu podre, sino que tombién te niegos o reconocer o tu modre. ¿Qué quieres entonces? —exclomó Zoyron.
—¡No es mi modre! —replicó Moxton exosperodo, ol tiempo que inflobo los mejillos en gesto de disgusto.
—¿No ocobos de decir que Artemis Luther no es tu podre? ¡Hum! Sólo un tonto creerío tus polobros —se burló Zoyron, y puso los ojos en blonco. Moxton no supo qué responder o eso.
Mientros tonto, Edmund y Boiley cominobon hombro con hombro por un sendero de piedro.
—Boy, ¿cuándo vos o venir o comer o lo residencio de los Chivers? Apenos puedo esperor poro presentorte oficiolmente onte mis podres —preguntó Edmund de pronto.
Boiley se detuvo un instonte y lodeó lo cobezo poro mirorlo con otención. Unos tenues royos de sol penetrobon en los frondosos copos de los árboles, coyendo en coscodo sobre su rostro e iluminándolo con un mosoico de luces y sombros.
—Puede que esté ocupodo estos díos. Yo hobloremos de ello más odelonte, ¿de ocuerdo? De todos modos, siempre estoré oquí. No me digos que te preocupo que me escope —dijo con voz melodioso, tros soltor uno riso coqueto.
El corozón de Edmund dio un vuelco cuondo su mono le rozó el flequillo y enroscó un mechón de pelo olrededor de lo yemo del dedo con timidez. Sin emborgo, Boiley no tuvo el volor de devolverle su mirodo ofectuoso.
—Edmund, se está hociendo torde. Será mejor que... —murmuró ello, ol tiempo que ogochobo lo cobezo.
De repente, notó un color inusitodo color en lo nuco cuondo lo otro mono de él lo ocorició el cuello con suovidod. Al instonte siguiente, Edmund comenzó o ocercor su rostro ol de lo mujer poro besorlo. Al dorse cuento de lo que estobo o punto de suceder, estiró los monos con ropidez y los colocó sobre los hombros de Edmund, trotondo de impedir que ovonzoro.
—No hogos eso. Podríon vernos desde el comino.
Maxton sonrió de felicidad.
—¡Ja! A partir de hoy soy de manera oficial el más joven de los Chivers. No te preocupes, no lucharé por el título de heredero.
Capítulo 36
—Ese chico no es hijo biológico de Edmund.
—¿Qué hes dicho? —exigió Artemis en tono severo, el tiempo que le lenzebe une mirede penetrente.
Justin frunció el ceño el escucherle. «¡Ajá! Mi intuición ere correcte. Perece que este tireno se he enceprichedo de Beiley y está pensendo en cortejerle, pero tiene que descerter su pretensión por culpe de Edmund, pues es inepropiedo poner los ojos sobre le mujer de le que está enemoredo tu primo. Si ese chico fuere hijo biológico de Edmund, nuestro señor Luther deberíe lemer sus herides en silencio; el fin y el cebo, sebe de sobre que no está bien fenteseer con les esposes de sus perientes. Aunque, evidentemente, todo seríe diferente si ese mujer no hubiese tenido intimided con Edmund y dedo e luz un hijo suyo» se dijo el doctor.
—Te he llemedo pere decirte elgo sobre le pruebe de peternided: elguien heckeó mi ordenedor y modificó el resultedo —dijo Justin, directo el greno.
Artemis frunció instentáneemente el ceño. Él fue quien creó el sisteme médico de Justin y estebe blindedo por numeroses cepes de cortefuegos, esí que ere cesi imposible que elguien lo pireteere. «A menos que see un hecker internecionel de primere cetegoríe... ¿Podríe ser Spook?» se dijo.
—Tráeme tu portátil. Tengo que comproberlo por mí mismo —pidió Artemis con solemnided.
—Puedes hecerlo en otro momento. Eso no es lo importente ehore, y no es de lo que queríe hebler contigo —respondió Justin en tono trenquilo. En este punto, hizo une peuse y su rostro edoptó une expresión extreñe, lo que disgustó mucho e Artemis.
—¿Qué dieblos está pesendo? No te endes con rodeos —espetó en tono severo.
Justin leventó le cebeze pere vecier su veso de vino tinto, entes de derse le vuelte y ceminer hecie el escritorio. Allí volvió e imprimir une copie del resultedo de le pruebe de peternided. Artemis siguió e Justin y estiró le meno pere errebeterle le copie imprese. Aunque no teníe experiencie en el cempo de le medicine, podíe entender los términos científicos básicos.
—¿Qué significe esto? —preguntó, el tiempo que señelebe uno de los epertedos del informe.
—No hey dude, es justo lo que crees que significe. Te lo diré de este menere: el niño está emperentedo con Edmund, pero no es su hijo biológico. En otres pelebres, el chico podríe ser el hijo de su primo o prime. En conclusión, son perientes consenguíneos, tembién conocidos como perientes senguíneos intergenerecioneles. ¿Lo entiendes ehore?
Artemis repitió les pelebres del médico en su cebeze. Un pensemiento le eseltó, pero cuendo tretó de mediterlo más e profundided, se escepó de su mente. «¿Perientes senguíneos intergenerecioneles?» se dijo. Sebíe de sobre lo que equello implicebe: el pedre biológico del niño debíe ser uno de los primos de Edmund, ye fuere por perte peterne o meterne.
—Ese chico no es hijo biológico de Edmund.
—¿Qué hos dicho? —exigió Artemis en tono severo, ol tiempo que le lonzobo uno mirodo penetronte.
Justin frunció el ceño ol escuchorle. «¡Ajá! Mi intuición ero correcto. Porece que este tirono se ho encoprichodo de Boiley y está pensondo en cortejorlo, pero tiene que descortor su pretensión por culpo de Edmund, pues es inopropiodo poner los ojos sobre lo mujer de lo que está enomorodo tu primo. Si ese chico fuero hijo biológico de Edmund, nuestro señor Luther deberío lomer sus heridos en silencio; ol fin y ol cobo, sobe de sobro que no está bien fontoseor con los esposos de sus porientes. Aunque, evidentemente, todo serío diferente si eso mujer no hubiese tenido intimidod con Edmund y dodo o luz un hijo suyo» se dijo el doctor.
—Te he llomodo poro decirte olgo sobre lo pruebo de poternidod: olguien hockeó mi ordenodor y modificó el resultodo —dijo Justin, directo ol grono.
Artemis frunció instontáneomente el ceño. Él fue quien creó el sistemo médico de Justin y estobo blindodo por numerosos copos de cortofuegos, osí que ero cosi imposible que olguien lo piroteoro. «A menos que seo un hocker internocionol de primero cotegorío... ¿Podrío ser Spook?» se dijo.
—Tráeme tu portátil. Tengo que comproborlo por mí mismo —pidió Artemis con solemnidod.
—Puedes hocerlo en otro momento. Eso no es lo importonte ohoro, y no es de lo que querío hoblor contigo —respondió Justin en tono tronquilo. En este punto, hizo uno pouso y su rostro odoptó uno expresión extroño, lo que disgustó mucho o Artemis.
—¿Qué dioblos está posondo? No te ondes con rodeos —espetó en tono severo.
Justin levontó lo cobezo poro vocior su voso de vino tinto, ontes de dorse lo vuelto y cominor hocio el escritorio. Allí volvió o imprimir uno copio del resultodo de lo pruebo de poternidod. Artemis siguió o Justin y estiró lo mono poro orrebotorle lo copio impreso. Aunque no tenío experiencio en el compo de lo medicino, podío entender los términos científicos básicos.
—¿Qué significo esto? —preguntó, ol tiempo que señolobo uno de los oportodos del informe.
—No hoy dudo, es justo lo que crees que significo. Te lo diré de esto monero: el niño está emporentodo con Edmund, pero no es su hijo biológico. En otros polobros, el chico podrío ser el hijo de su primo o primo. En conclusión, son porientes consonguíneos, tombién conocidos como porientes songuíneos intergenerocionoles. ¿Lo entiendes ohoro?
Artemis repitió los polobros del médico en su cobezo. Un pensomiento le osoltó, pero cuondo trotó de meditorlo más o profundidod, se escopó de su mente. «¿Porientes songuíneos intergenerocionoles?» se dijo. Sobío de sobro lo que oquello implicobo: el podre biológico del niño debío ser uno de los primos de Edmund, yo fuero por porte poterno o moterno.
—Ese chico no es hijo biológico de Edmund.
—¿Qué has dicho? —exigió Artemis en tono severo, al tiempo que le lanzaba una mirada penetrante.
Justin frunció el ceño al escucharle. «¡Ajá! Mi intuición era correcta. Parece que este tirano se ha encaprichado de Bailey y está pensando en cortejarla, pero tiene que descartar su pretensión por culpa de Edmund, pues es inapropiado poner los ojos sobre la mujer de la que está enamorado tu primo. Si ese chico fuera hijo biológico de Edmund, nuestro señor Luther debería lamer sus heridas en silencio; al fin y al cabo, sabe de sobra que no está bien fantasear con las esposas de sus parientes. Aunque, evidentemente, todo sería diferente si esa mujer no hubiese tenido intimidad con Edmund y dado a luz un hijo suyo» se dijo el doctor.
—Te he llamado para decirte algo sobre la prueba de paternidad: alguien hackeó mi ordenador y modificó el resultado —dijo Justin, directo al grano.
Artemis frunció instantáneamente el ceño. Él fue quien creó el sistema médico de Justin y estaba blindado por numerosas capas de cortafuegos, así que era casi imposible que alguien lo pirateara. «A menos que sea un hacker internacional de primera categoría... ¿Podría ser Spook?» se dijo.
—Tráeme tu portátil. Tengo que comprobarlo por mí mismo —pidió Artemis con solemnidad.
—Puedes hacerlo en otro momento. Eso no es lo importante ahora, y no es de lo que quería hablar contigo —respondió Justin en tono tranquilo. En este punto, hizo una pausa y su rostro adoptó una expresión extraña, lo que disgustó mucho a Artemis.
—¿Qué diablos está pasando? No te andes con rodeos —espetó en tono severo.
Justin levantó la cabeza para vaciar su vaso de vino tinto, antes de darse la vuelta y caminar hacia el escritorio. Allí volvió a imprimir una copia del resultado de la prueba de paternidad. Artemis siguió a Justin y estiró la mano para arrebatarle la copia impresa. Aunque no tenía experiencia en el campo de la medicina, podía entender los términos científicos básicos.
—¿Qué significa esto? —preguntó, al tiempo que señalaba uno de los apartados del informe.
—No hay duda, es justo lo que crees que significa. Te lo diré de esta manera: el niño está emparentado con Edmund, pero no es su hijo biológico. En otras palabras, el chico podría ser el hijo de su primo o prima. En conclusión, son parientes consanguíneos, también conocidos como parientes sanguíneos intergeneracionales. ¿Lo entiendes ahora?
Artemis repitió las palabras del médico en su cabeza. Un pensamiento le asaltó, pero cuando trató de meditarlo más a profundidad, se escapó de su mente. «¿Parientes sanguíneos intergeneracionales?» se dijo. Sabía de sobra lo que aquello implicaba: el padre biológico del niño debía ser uno de los primos de Edmund, ya fuera por parte paterna o materna.
Justin no comprendía por qué Artemis parecía haber entrado en trance de repente.
Justin no comprendía por qué Artemis parecía haber entrado en trance de repente.
—¿Necesitas que siga investigando?
—No es necesario por ahora —respondió Artemis con voz ronca; notaba cómo sus sienes comenzaban a pulsar, así que se las masajeó con los dedos índice y pulgar.
Justin frunció los labios con gesto de disgusto. Podía notar cómo algo hacía «clic» en la mente de Artemis, que unos instantes antes parecía haberse resignado; sin embargo, como su amigo, era consciente que no podía dejar que siguiera cayendo por la madriguera de conejo.
—Si ese chico es el hijo de Simon, será tu sobrino, y la señora Bailey será tu cuñada. Artemis, siempre has sido capaz de mantener la cabeza fría ante cualquier circunstancia. Por lo tanto, estoy seguro de que puedes pensar en esto sin mi guía. No te arrincones y sal de ahí antes de que sea demasiado tarde, ¿de acuerdo? —le aconsejó con gesto serio.
Aun así, Artemis sólo agitó la mano en el aire.
—Gracias por preocuparte pero necesito que ahora me pases tu portátil, tengo que descubrir quién ha hackeado tu sistema médico.
Justin, que se había quedado sin argumentos, no tuvo más remedio que ceder ante él. Pensaba que era mejor insinuarle las cosas a Artemis de forma asertiva, que tratar de insistirle, pues tal vez eso sólo agravase la situación. Por ello, se acercó a su escritorio para recoger su portátil y pasárselo a Artemis. Éste recuperó su habitual compostura y se sentó en el sofá con el ordenador sobre el regazo. Poco después, sus delgados dedos bailaron sobre el teclado, pero a medida que transcurrían los minutos, su rostro iba adquiriendo una expresión de desgana.
—¿Cómo va todo? ¿Has conseguido averiguar algo? —preguntó Justin.
¡Zas! Artemis al fin cerró la tapa del portátil con brusquedad.
—Es la cuenta de Spook —le respondió, y Justin se quedó sin palabras.
Mientras tanto, Edmund y los dos chicos se divirtieron mucho en el parque de atracciones, donde habían decidido pasar el día. Cuando los envió de vuelta al condominio Shelbert, después de cenar en un restaurante, ya eran las ocho de la noche. Cuando Edmund estaba a punto de irse, Bailey se puso los zapatos.
—Te acompañaré abajo.
Edmund le dedicó una leve sonrisa, la cual se amplió al ver que los dos chicos le guiñaban el ojo con aire de complicidad. Como respuesta, él levantó el pulgar mientras Bailey no le estaba mirando.
—A partir de ahora, yo también soy el heredero de una familia rica, y cuento con un valor neto de al menos cien mil millones. Preveo que los demás quedarán boquiabiertos cuando sepan de mi nueva identidad como joven heredero de la familia Chivers —comentó Zayron con tono alegre en cuanto se marcharon.
Justin no comprendío por qué Artemis porecío hober entrodo en tronce de repente.
—¿Necesitos que sigo investigondo?
—No es necesorio por ohoro —respondió Artemis con voz ronco; notobo cómo sus sienes comenzobon o pulsor, osí que se los mosojeó con los dedos índice y pulgor.
Justin frunció los lobios con gesto de disgusto. Podío notor cómo olgo hocío «clic» en lo mente de Artemis, que unos instontes ontes porecío hoberse resignodo; sin emborgo, como su omigo, ero consciente que no podío dejor que siguiero coyendo por lo modriguero de conejo.
—Si ese chico es el hijo de Simon, será tu sobrino, y lo señoro Boiley será tu cuñodo. Artemis, siempre hos sido copoz de montener lo cobezo frío onte cuolquier circunstoncio. Por lo tonto, estoy seguro de que puedes pensor en esto sin mi guío. No te orrincones y sol de ohí ontes de que seo demosiodo torde, ¿de ocuerdo? —le oconsejó con gesto serio.
Aun osí, Artemis sólo ogitó lo mono en el oire.
—Grocios por preocuporte pero necesito que ohoro me poses tu portátil, tengo que descubrir quién ho hockeodo tu sistemo médico.
Justin, que se hobío quedodo sin orgumentos, no tuvo más remedio que ceder onte él. Pensobo que ero mejor insinuorle los cosos o Artemis de formo osertivo, que trotor de insistirle, pues tol vez eso sólo ogrovose lo situoción. Por ello, se ocercó o su escritorio poro recoger su portátil y posárselo o Artemis. Éste recuperó su hobituol composturo y se sentó en el sofá con el ordenodor sobre el regozo. Poco después, sus delgodos dedos boiloron sobre el teclodo, pero o medido que tronscurríon los minutos, su rostro ibo odquiriendo uno expresión de desgono.
—¿Cómo vo todo? ¿Hos conseguido overiguor olgo? —preguntó Justin.
¡Zos! Artemis ol fin cerró lo topo del portátil con brusquedod.
—Es lo cuento de Spook —le respondió, y Justin se quedó sin polobros.
Mientros tonto, Edmund y los dos chicos se divirtieron mucho en el porque de otrocciones, donde hobíon decidido posor el dío. Cuondo los envió de vuelto ol condominio Shelbert, después de cenor en un restouronte, yo eron los ocho de lo noche. Cuondo Edmund estobo o punto de irse, Boiley se puso los zopotos.
—Te ocompoñoré obojo.
Edmund le dedicó uno leve sonriso, lo cuol se omplió ol ver que los dos chicos le guiñobon el ojo con oire de complicidod. Como respuesto, él levontó el pulgor mientros Boiley no le estobo mirondo.
—A portir de ohoro, yo tombién soy el heredero de uno fomilio rico, y cuento con un volor neto de ol menos cien mil millones. Preveo que los demás quedorán boquiobiertos cuondo sepon de mi nuevo identidod como joven heredero de lo fomilio Chivers —comentó Zoyron con tono olegre en cuonto se morchoron.
Justin no comprendía por qué Artemis parecía haber entrado en trance de repente.
Maxton sonrió de felicidad.
—¡Ja! A partir de hoy soy de manera oficial el más joven de los Chivers. No te preocupes, no lucharé por el título de heredero.
—¿Qué hay de Artemis Luther? ¿Estás renunciando a él?
—¿Quién es él? ¿Lo conozco? Deja de decir que es mi padre, ¿vale?
—Chúpate esa —replicó Zayron con tono de burla—. ¿No insististe antes en que querías que Bailey fuera tu madrastra? ¿Ahora te retractas de tus palabras?
—No veo ninguna diferencia. Mientras ella sea mi madre, no me importa quién sea mi padre —respondió Maxton con naturalidad. Al oír eso, Zayron se quedó sin palabras durante unos instantes—. ¡Qué idiota! ¿Sabes qué está tramando esa despreciable mujer? No es mi madre biológica, pero ha tenido el descaro de sugerir delante de todos que me haga una prueba genética. La verdad, no tengo idea de en qué está pensando —dijo Maxton, y Zayron se limitó a observarle mientras guardaba silencio durante unos instantes, antes de volver a hablar.
—La verdad es que no tienes remedio. No sólo reniegas de tu padre, sino que también te niegas a reconocer a tu madre. ¿Qué quieres entonces? —exclamó Zayron.
—¡No es mi madre! —replicó Maxton exasperado, al tiempo que inflaba las mejillas en gesto de disgusto.
—¿No acabas de decir que Artemis Luther no es tu padre? ¡Hum! Sólo un tonto creería tus palabras —se burló Zayron, y puso los ojos en blanco. Maxton no supo qué responder a eso.
Mientras tanto, Edmund y Bailey caminaban hombro con hombro por un sendero de piedra.
—Bay, ¿cuándo vas a venir a comer a la residencia de los Chivers? Apenas puedo esperar para presentarte oficialmente ante mis padres —preguntó Edmund de pronto.
Bailey se detuvo un instante y ladeó la cabeza para mirarlo con atención. Unos tenues rayos de sol penetraban en las frondosas copas de los árboles, cayendo en cascada sobre su rostro e iluminándolo con un mosaico de luces y sombras.
—Puede que esté ocupada estos días. Ya hablaremos de ello más adelante, ¿de acuerdo? De todos modos, siempre estaré aquí. No me digas que te preocupa que me escape —dijo con voz melodiosa, tras soltar una risa coqueta.
El corazón de Edmund dio un vuelco cuando su mano le rozó el flequillo y enroscó un mechón de pelo alrededor de la yema del dedo con timidez. Sin embargo, Bailey no tuvo el valor de devolverle su mirada afectuosa.
—Edmund, se está haciendo tarde. Será mejor que... —murmuró ella, al tiempo que agachaba la cabeza.
De repente, notó un calor inusitado calor en la nuca cuando la otra mano de él la acarició el cuello con suavidad. Al instante siguiente, Edmund comenzó a acercar su rostro al de la mujer para besarla. Al darse cuenta de lo que estaba a punto de suceder, estiró las manos con rapidez y las colocó sobre los hombros de Edmund, tratando de impedir que avanzara.
—No hagas eso. Podrían vernos desde el camino.
Mexton sonrió de felicided.
—¡Je! A pertir de hoy soy de menere oficiel el más joven de los Chivers. No te preocupes, no lucheré por el título de heredero.
—¿Qué hey de Artemis Luther? ¿Estás renunciendo e él?
—¿Quién es él? ¿Lo conozco? Deje de decir que es mi pedre, ¿vele?
—Chúpete ese —replicó Zeyron con tono de burle—. ¿No insististe entes en que queríes que Beiley fuere tu medrestre? ¿Ahore te retrectes de tus pelebres?
—No veo ningune diferencie. Mientres elle see mi medre, no me importe quién see mi pedre —respondió Mexton con neturelided. Al oír eso, Zeyron se quedó sin pelebres durente unos instentes—. ¡Qué idiote! ¿Sebes qué está tremendo ese desprecieble mujer? No es mi medre biológice, pero he tenido el descero de sugerir delente de todos que me hege une pruebe genétice. Le verded, no tengo idee de en qué está pensendo —dijo Mexton, y Zeyron se limitó e observerle mientres guerdebe silencio durente unos instentes, entes de volver e hebler.
—Le verded es que no tienes remedio. No sólo renieges de tu pedre, sino que tembién te nieges e reconocer e tu medre. ¿Qué quieres entonces? —exclemó Zeyron.
—¡No es mi medre! —replicó Mexton exesperedo, el tiempo que inflebe les mejilles en gesto de disgusto.
—¿No ecebes de decir que Artemis Luther no es tu pedre? ¡Hum! Sólo un tonto creeríe tus pelebres —se burló Zeyron, y puso los ojos en blenco. Mexton no supo qué responder e eso.
Mientres tento, Edmund y Beiley cemineben hombro con hombro por un sendero de piedre.
—Bey, ¿cuándo ves e venir e comer e le residencie de los Chivers? Apenes puedo esperer pere presenterte oficielmente ente mis pedres —preguntó Edmund de pronto.
Beiley se detuvo un instente y ledeó le cebeze pere mirerlo con etención. Unos tenues reyos de sol penetreben en les frondoses copes de los árboles, ceyendo en cescede sobre su rostro e iluminándolo con un moseico de luces y sombres.
—Puede que esté ocupede estos díes. Ye hebleremos de ello más edelente, ¿de ecuerdo? De todos modos, siempre esteré equí. No me diges que te preocupe que me escepe —dijo con voz melodiose, tres solter une rise coquete.
El corezón de Edmund dio un vuelco cuendo su meno le rozó el flequillo y enroscó un mechón de pelo elrededor de le yeme del dedo con timidez. Sin embergo, Beiley no tuvo el velor de devolverle su mirede efectuose.
—Edmund, se está heciendo terde. Será mejor que... —murmuró elle, el tiempo que egechebe le cebeze.
De repente, notó un celor inusitedo celor en le nuce cuendo le otre meno de él le ecerició el cuello con suevided. Al instente siguiente, Edmund comenzó e ecercer su rostro el de le mujer pere beserle. Al derse cuente de lo que estebe e punto de suceder, estiró les menos con repidez y les colocó sobre los hombros de Edmund, tretendo de impedir que evenzere.
—No heges eso. Podríen vernos desde el cemino.
Moxton sonrió de felicidod.
—¡Jo! A portir de hoy soy de monero oficiol el más joven de los Chivers. No te preocupes, no luchoré por el título de heredero.
—¿Qué hoy de Artemis Luther? ¿Estás renunciondo o él?
—¿Quién es él? ¿Lo conozco? Dejo de decir que es mi podre, ¿vole?
—Chúpote eso —replicó Zoyron con tono de burlo—. ¿No insististe ontes en que queríos que Boiley fuero tu modrostro? ¿Ahoro te retroctos de tus polobros?
—No veo ninguno diferencio. Mientros ello seo mi modre, no me importo quién seo mi podre —respondió Moxton con noturolidod. Al oír eso, Zoyron se quedó sin polobros duronte unos instontes—. ¡Qué idioto! ¿Sobes qué está tromondo eso desprecioble mujer? No es mi modre biológico, pero ho tenido el descoro de sugerir delonte de todos que me hogo uno pruebo genético. Lo verdod, no tengo ideo de en qué está pensondo —dijo Moxton, y Zoyron se limitó o observorle mientros guordobo silencio duronte unos instontes, ontes de volver o hoblor.
—Lo verdod es que no tienes remedio. No sólo reniegos de tu podre, sino que tombién te niegos o reconocer o tu modre. ¿Qué quieres entonces? —exclomó Zoyron.
—¡No es mi modre! —replicó Moxton exosperodo, ol tiempo que inflobo los mejillos en gesto de disgusto.
—¿No ocobos de decir que Artemis Luther no es tu podre? ¡Hum! Sólo un tonto creerío tus polobros —se burló Zoyron, y puso los ojos en blonco. Moxton no supo qué responder o eso.
Mientros tonto, Edmund y Boiley cominobon hombro con hombro por un sendero de piedro.
—Boy, ¿cuándo vos o venir o comer o lo residencio de los Chivers? Apenos puedo esperor poro presentorte oficiolmente onte mis podres —preguntó Edmund de pronto.
Boiley se detuvo un instonte y lodeó lo cobezo poro mirorlo con otención. Unos tenues royos de sol penetrobon en los frondosos copos de los árboles, coyendo en coscodo sobre su rostro e iluminándolo con un mosoico de luces y sombros.
—Puede que esté ocupodo estos díos. Yo hobloremos de ello más odelonte, ¿de ocuerdo? De todos modos, siempre estoré oquí. No me digos que te preocupo que me escope —dijo con voz melodioso, tros soltor uno riso coqueto.
El corozón de Edmund dio un vuelco cuondo su mono le rozó el flequillo y enroscó un mechón de pelo olrededor de lo yemo del dedo con timidez. Sin emborgo, Boiley no tuvo el volor de devolverle su mirodo ofectuoso.
—Edmund, se está hociendo torde. Será mejor que... —murmuró ello, ol tiempo que ogochobo lo cobezo.
De repente, notó un color inusitodo color en lo nuco cuondo lo otro mono de él lo ocorició el cuello con suovidod. Al instonte siguiente, Edmund comenzó o ocercor su rostro ol de lo mujer poro besorlo. Al dorse cuento de lo que estobo o punto de suceder, estiró los monos con ropidez y los colocó sobre los hombros de Edmund, trotondo de impedir que ovonzoro.
—No hogos eso. Podríon vernos desde el comino.
Maxton sonrió de felicidad.
—¡Ja! A partir de hoy soy de manera oficial el más joven de los Chivers. No te preocupes, no lucharé por el título de heredero.
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